viernes, 20 de marzo de 2020

Miedo




Miedo, eso es lo que veo a mi alrededor; miedo y reflexiones que dicen que ha llegado el momento de valorar la vida, de tomárnosla de otra manera cuando todo termine; miedo a no estar informados, a no hablar de este virus; miedo a la muerte…

Lo que a mí me da miedo es que muchos hayan tenido que llegar a esto para ver la vida desde los ojos de la felicidad, siendo ésta tan corta y con tantas maravillas que experimentar. Miedo a ver que en estos días sólo me lee un diez por ciento de las personas que lo hacían; miedo porque sólo quieran saber sobre esta maldita enfermedad, haciéndome ver que nada de lo que escribí tenía para ellos nada de verdad, desechado los textos donde incitaba a pensar en aquello que nos llena de ilusión, apartando los pensamientos que hacen de nuestros días momentos llenos de desilusión. Somos lo que pensamos, creamos todo aquello en lo que nos concentramos; miedo de que vuestro miedo os lleve a encontrar el final.

Pero no tengo miedo a morir, porque da mucho más miedo darte cuenta de que no es necesario un virus para ver la muerte junto a ti, porque basta estar vivo, salir a la calle, cruzar sin mirar, conducir más rápido de lo normal o hacerlo todo bien y que sea otro quien te robe la posibilidad de respirar. Miedo de que nuestro “amigo Cáncer” y cualquier otra enfermedad nos robe a nuestros seres queridos, pueda meterse dentro de cualquiera de nosotros sin haberlo ni intuido; miedo de quedarme en casa y que el mundo se me caiga encima; miedo de no poder volver a mirar esos ojos que me devuelven la vida, a no rozar más los labios que permiten avanzar, a no sentir más abrazos y ni tener motivos para gritar.

Si tengo que temer a la muerte, es evidente que no tendría motivos para seguir, para abrir los ojos cada mañana y sonreír, para hacer nada bien y, mucho menos, algo mal que me dé motivos para aprender y reflexionar. Así que dejemos de temblar y empecemos a pensar que cada segundo de nuestra vida es digno de valorar; que el tiempo jamás será perdido porque cada día cuenta como parte del camino que nos ha tocado experimentar; olvidemos los dramas, borremos el pavor de nuestras miradas, las ideas que nos roban el sueño y los cuentos donde no hay sitio para las hadas.

Deseo que todo lo que hagamos nos permita sonreír y así lo hilos del Universo se moverán para crear un mundo más feliz, pero dejemos de tener miedo a morir, porque, pase lo que pase, hasta que no llegue el momento, no nos llegará nuestro fin.

domingo, 3 de febrero de 2019

Lo sé


Lo sé porque tus ojos me lo contaron al cruzarse con los míos; cuando el mundo entero se quedó parado admirando el juego de luces que se creó alrededor de nuestras almas. Quién nos lo iba a decir siendo aquel encuentro uno más del día a día, ese momento donde nuestras vidas tomarían, aún sin saberlo, un rumbo totalmente distinto..., quién sabe si por ambas soñado...

Lo sé, porque todos los segundos que paso a tu lado son un regalo. Lo más inesperado se convierte también en lo más intenso cuando poder observarte es uno de los más grandes milagros que ha obrado el Universo. Y, desde entonces, sin que lo sepas, miro tus ojos por si se paran a mirar los míos, me recreo en tu boca, en su forma de moverse cuando, con tu dulce voz, articula cualquier palabra. Quizás ahora entiendas que me vaya a otros mundos cuando me hablas, pues mi mente se pierde entre tus labios, recordando los besos que me debes, los que ya pude saborear, los que sueño con hacer eternos.

Lo sé, porque si sigues delante de mí, mis manos me piden ansiosas que me acerque a tu piel. Tengo el mapa de tu cuerpo grabado en mi retina, el suave tacto de tu piel impregnado en mis dedos; ésos que cada noche me recuerdan que eres mía, que puedo llevarte al cielo para que juntas toquemos las estrellas; allí donde nadie nos ve, dónde sólo tú y yo somos las protagonistas de esta... nuestra historia. Cuento de hadas sin príncipes, ni castillos, sin dramas y ni duelos, pero repleto de magia, hechizos y secretos que sólo el Universo y sus hilos conocen...

Lo sé porque cuando te alejas de mí, a veces minutos, otras demasiadas horas... mi alma me grita que sigues a mi lado, haciendo latir el corazón al ritmo de tus risas, al compás de los recuerdos que juntas vamos forjando, que nos ayudan a mantener viva la llama del futuro soñado, del presente que vivimos, de las ilusiones que con nuestra sinceridad levantamos.

Lo sé, no me preguntes por qué, pero sé que eres tú. Tú quien pone la banda sonora que cada mañana canturrean los pajarillos de mi ventana, tú la que hace salir al sol aunque las nubes intenten ocultarlo, tú... siempre tú la que me acompaña en el largo camino que supone cada día, sin importar si es cuesta arriba o si podemos dejarnos caer...; eres tú mi beso de buenas noches y los sueños que Morfeo crea en cada madrugada. Tú, siempre tú, mi destino y mi luz...


martes, 29 de enero de 2019

Aprendizajes



Muchos piensan que estamos en esta vida para sobrevivir, lo que significa enfrentarnos a cada día bajo condiciones adversas, con pocos recursos. Qué triste pensar que esto sea lo que nos queda por experimentar, sobre todo si tenemos en cuenta que a muchos puede que nos queden aún varios años por estar en la Tierra. 

La vida es todo lo contrario a sobrevivir, pues todo lo que nos rodea, no sólo puede, sino que debe llenarnos de aprendizajes que nos sirvan para disfrutar de cada momento que el Universo, a través de sus mágicos hilos, nos regala. 

Cuando aprendemos esto, empezamos a mirar con los ojos del alma, a tocar con el corazón y a alimentarnos a través de nuestra mirada. Cada detalle que nos rodea es una lección que la vida nos envía para que podamos hacernos más fuertes, valientes y sonrientes. La sonrisa siempre será la mejor arma para combatir en cualquier batalla y, con ella, la mente debe andar bien despierta para saber almacenar toda la información que se nos brinda. 

Las conductas que nos disgustan de los demás no deben ser el motivo de nuestras críticas, sino el reflejo que debemos rechazar de nosotros mismos; a través de la observación de todo aquello que nos disgusta seremos capaces de valorar hasta qué punto nuestros actos son o no un aspecto que genere malestar en los demás. El primer paso será siempre que nos haga felices y, a partir ahí, nuestra felicidad podrá ser compartida con el resto de la humanidad. 

Las pérdidas y el dolor que, inevitablemente, nos azotarán las carcajadas, serán el mejor entrenamiento para poner a prueba nuestras ganas de seguir adelante, de mostrar el valor que le damos a lo más importante que poseemos. Lloraremos porque duele, pero nunca odiaremos aquello que se nos entregó como un regalo; pues, cuando el corazón se rompe, el alma debe hacerse más fuerte para volver a recomponerlo. Una vez encajemos sus pedazos nos sentiremos, al mismo tiempo, más invencibles y vulnerables, más grandes y pequeños, más seguros y atentos. Evolucionar no significa dejar de sentir tristeza o cualquier otra emoción que negativice nuestros pensamientos, sino equilibrarlos con la alegría y el amor que, a pesar de las dificultades, nunca debe faltarnos. 

Por todo esto, no te mires creyéndote único en este mundo, pues todos nacemos, una y otra vez, para aprender lo mismo, para sentir de la misma manera, para acabar siendo mejores de lo que ya fuimos en otros tiempos ya olvidados. No eres mejor que nadie, pero tampoco menos de lo que cualquiera pueda llegar a ser. Brilla, ilumina el camino y no dejes nunca de buscar las respuestas en cada milagro que los días te pongan por delante, pues lo creas o no, basta prestar atención, para darte cuenta de que todo ser tiene su razón.

Entradas Destacadas