jueves, 13 de diciembre de 2012

En este preciso momento.

   En este preciso momento se cumple un mes desde ese momento en el que decidiste viajar a otro lugar que ya me gustaría saber dónde está. Son treinta días que no quisiera volver a revivir por nada del mundo, pues jamás pensé que era posible sentir un dolor tan inmenso en mi alma.

   En este preciso momento miro a mi alrededor y siento que pocas cosas tienen sentido si ya no puedo compartirlas contigo, si, no sólo yo, sino ninguno de nosotros podemos sentarnos a tu lado para contarte cómo nos va todo, qué hemos conseguido o qué soñamos alcanzar... qué sueñas tú...

   En este preciso momento te escribo como siempre te gustó que hiciese, dedicándote cada una de mis palabras y sintiendo la estupidez que me ronda al saber que jamás podrás leerme, que nunca volverás a apresurarte para ser la primera el poner el "me gusta" en mis escritos, que no me llamarás por la mañana para intentar saber más sobre todo aquello que he intentado decir entre líneas.

   Sin embargo, también en este preciso momento, y a pesar de sentir que me derrumbo a cada paso que doy sin ti, hoy puedo decirte que lo he conseguido, que sigo adelante, que es lo que voy a seguir haciendo. Esta carta que envío al cielo no es sólo para ti, aunque tú seas la musa de cada una de mis palabras, sino que la envío al mundo, a todas las personas que quieran o no acabarán perdiendo a sus seres queridos.

   Tengo la enorme suerte de tener a personas a mi lado que me recuerdan cada día todas esas cosas que mi dolor no me deja ver. Siento que no avanzo, que no hago nada, que tan sólo me pierdo dentro de la incomprensión de tu ausencia, dentro de los pensamientos que se me repiten y me dicen que no es justo que a tan sólo la mitad de tu vida hayas tenido que emprender un viaje en el que los demás no tenemos cabida. Pero cada día hay una voz, un mensaje o una llamada que me dice lo bien que lo estoy haciendo y que ante mi negación, me lo repiten una y otra vez, me hacen verlo e incluso sentirlo, a veces incluso me lo creo...

   Un mes, sólo un mes en el que sin saber cómo me levanto cada día con la tristeza inundando mi ser, con la nostalgia robando mi energía y, aún así, comienzo a dar mis pequeños pasos, moviendo mi cuerpo sin ni siquiera tener claro de donde saco mi fuerza.... o tal vez sí.

   Me debo a mi familia, a la que no quisiera abandonar jamás, a la que tengo que apoyar aunque ni yo misma sepa donde apoyarme, a la que amo por encima de todo y por la que no pienso rendirme sin más; y para conseguir todo eso, hoy abro los ojos para ver que para lograr hacerlo os tengo a vosotros, que sois mi sol cuando yo sólo veo la noche, mi calor cuando tan sólo siento frío, mis pensamientos cuando mi mente está vacía, mis latidos cuando mi corazón se para ante la realidad...

   Es maravilloso escuchar lo orgullosos que os sentís de mi, la fuerza que conseguís ver en mi interior y que no es más que el reflejo de todo lo que me dais, que no es más que todo lo que proyectáis sobre mí. Es indescriptible lo que siento cuando con tan sólo una palabra mía dais respuesta a todo lo que me aturde y me descontrola, como tan sólo con mi silencio dais un paso atrás sabiendo que lo que necesito es caminar sola durante un tiempo, comprobar que realmente puedo hacerlo sin que me deis la mano, pero estando atentos, como lo haría la mejor de las madres, para cogerme en el momento en el que vuelva a tambalearme.

   Esa es la magia de la vida, el ying yang que siempre nos acompaña. Tu ausencia me recuerda a cada instante que el dolor y la tristeza más grande no escapan a ninguno de nosotros, pero también que, pase lo que pase, podemos salir adelante, podemos llegar a entender, aunque no sepamos lo que tardaremos en hacerlo, que todo esto es pasajero, que no moriremos en el intento de vivir sin ti porque tú estarás siempre dentro de cada uno de nosotros, dentro de mi, de mi corazón; dentro de todos aquellos recuerdos que hace tan sólo un mes evocaba con la intención de darte vida, con la pretensión conseguir mantenerte el mayor tiempo posible a mi lado.

   Y sé que al levantarme mañana mi mundo se volverá a derrumbar y mi garganta gritará de nuevo al cielo tu nombre golpeándome la mente con pensamientos que me harán sentir pequeña y desdichada, pero... también tengo la certeza de que al coger mi móvil leeré: "Buenos días amor, que tengas un precioso día. Te Amiero"; "Buenos día belleza sureña. Tq"; "Buenos días, espero que tengas un buen día, bssssss"; "Hola, ¿cómo te encuentras hoy?"; "Buenos días carita, te quiero"; "Buenos dias, cara, ya te he gestionado lo de tu página. Te quiero"; "¿Te he dicho algunas vez que te quiero? Eres excepcional". "Te quiero cariño"; "Te esperamos para comer a las dos, ¿nos confirmas la hora? Te queremos"; y un largo etcétera de mensajes ante los que me pregunto; "¿¿¿¿Es posible no tener un buen día????"

  No es posible, os lo puedo asegurar. Más aún cuando a esto se le unen decenas de comentarios en face de personas que ni siquiera me conocen, cientos de sonrisas que cada día me dedican las personas que pasan por mi trabajo y miles de mensajes más que voy recibiendo a cada hora, en cada momento que parece que se me va la vida. 

   ¿Que yo soy fuerte? No, fuerte me hacéis vosotros que no me olvidáis ni un sólo segundo, que parecéis sentirme y darme todo aquello que me invita a seguir luchando, a caminar, a soñar, a ser feliz, a reír, a tener ilusiones y, lo más importante, a vivir.

  Donde quiera que estés deseo que te sientas orgullosa de mí, pues por ti, por nuestra familia y por todos mis ángeles te prometo que mis lágrimas serán sólo una forma de sacar de dentro mi dolor para poder vivir cada día como yo misma te enseñé a hacer: sintiéndome la persona más dichosa de la Tierra. Hoy doy gracias al Universo por todo lo que acontece en mi vida y, sobre todo, por cuidarte donde quiera que estés, porque mis ángeles también son los tuyos, ya que de ellos saco cada día mi sonrisa que no es más que mi forma de decirte a cada instante lo muchísimo que te quiero... en este preciso momento y... por siempre.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Siendo sin ser yo...

   En una suave esfera de pensamientos que no llevan a ninguna parte, en una nube que envuelve cada sentimiento sin dejar que lleguen a ver el sol; en todo un vacío que sólo llenan los minutos de un reloj que dejó de funcionar, en unas manillas que de tanto girar acabaron por perder su rumbo; en un suspiro que sólo el viento puede hacerte llegar, en una ráfaga de aire que arrasa con aquello que anhelamos; en cada ola del mar, en cada baño que allí nos dimos, en cada puñado de arena que sostuvieron nuestras manos; en una isla que de tanto ser visitada dejó de ser desierta, en una palmera que de tanto ser azotada ya no porta ningún fruto, en un naufragio del que no podemos salvarnos... ahí es donde estoy siendo sin ser todo aquello que creí que era. 

  Allí, sin ir más lejos ni estar tan cerca; allí, sin saber ni el lugar que habito ni en el que quiero estar; allí dónde un día fuiste mía y yo parte de todo lo que eres; allí donde el cielo se confunde con el ancho mar... sí, el mar, ese que despierta mis sentidos pero que entierra tu alma, ese que nos vio crecer y que nos acompaña al otro mundo, ese... sólo ese que envuelve tus manos, tu cuerpo, todo lo que fuiste, todo lo que somos, pues yo no soy más que un reflejo de todo aquello que me dejaste ser; y, ahora, sin ser ni estar, no sé ni quién soy, ni a dónde me dirijo si es que voy a alguna parte, si es que sueño con avanzar, si es que realmente hay un sitio a donde poder ir.

  Quisiera viajar en el tiempo y coger tu mano, rozar tu piel y grabar a fuego en mi corazón todas las sensaciones que tu suavidad me produce, que un día me hicieron crecer, alzarme a lo más alto, sentir que estaba viva, saber que todo merecía la pena, tener la certeza de todas esas verdades que siempre proclamé; quisiera viajar en el tiempo y pararlo allí donde mi momento fue el de todos, el tuyo, con el brillo de una mirada que jamás olvidaré, con la energía de un corazón que nunca dejaré de sentir, con el calor que tu mano, fuertemente agarrada a la mía, me transmitió; quisiera y tantas cosas quisiera que ya no sé si algo quiero, que ya no sé si querer me sirve para seguir adelante, que ya olvidé que los sueños mueven mi vida, pues mi vida no descansa, no duerme sin ti, no sueña en la noche porque la oscuridad se ha acercado para ayudarme a olvidar algo que nunca sacaré de mí, algo que no es más que tu olor, que tus besos y tus abrazos, algo que no es nada siéndolo todo, algo que llamado así parece ser ínfimo cuando es más grande que el propio Universo.

  Sin ser ni estar, sin sentir ni pensar, no sé siquiera ni lo que mis manos transmiten entre tantas palabras que parecen vacías siendo, en realidad, todo aquello que golpea con dureza mi alma intentando poner sentido a lo que no lo tiene, pretendiendo dar vida a la muerte y muerte al sufrimiento. No hay inspiración entre mis lágrimas, ni miedo en mi pesar; no hay nada que detenga una vida que de vivir se cansó, no hay, no lo hay...; y al no haber encontrado nada me vuelvo a dormir sin conseguir soñar, sin conseguir volar y descansar entre las ilusiones que se me han perdido, porque sin haber encontrado nada... nada sigo sin ser...

  Y al volver la vista atrás y ver que todo sigue igual no puedo más que pensar que tal vez el sueño sea este y lo demás no sea más; y al volver la vista atrás sé que hoy haría lo mismo que hice ayer, pues hice lo que quise hacer; pero sobre todo, al volver la vista atrás puedo volver a tenerte cerca y recordar que no hay más de lo que quiero ver y ni menos de lo que me niego a sentir, que no puedo dejar de amar a quien me enseñó a vivir y que no puedo y no quiero caer en el infinito de un sentimiento que tan sólo es algo más... algo más que superar.

  Así que ya lo sabes, pues aunque yo siga siendo sin ser yo hay un sentimiento que nunca dejará de ser lo que es, que no desaparecerá en el más allá... y es que te quiero...te amo... y nada más...

sábado, 8 de diciembre de 2012

Fragancia de mujer


   Hoy el olor de una dulce fragancia te ha traído de nuevo a mí. Ha sido tan sólo durante escasos segundos, pero ¡qué maravillosos....! Ya no recuerdo la última vez que te sentí, hace tanto tiempo, que mis sentidos habían olvidado lo sublime de esta increíble emoción que produces en aquellos en los que consigues colarte.

   Quién me lo iba a decir a mí, tantas veces apodada de "donjuan", que iba a tenerte durante tantos días, ahora convertidos en meses, fuera de mi vida, sin impregnar cada uno de mis pensamientos, sin colarte dentro de mi cuerpo, sin verte en mis sueños, en aquellos que suelo tener estando lo más despierta posible. Siempre buscándote en cada persona con la que me cruzo, siempre atrapándote para hacerte más grande aún de lo que ya eres, siempre, siempre tú...

   Y, en aquellos segundos, en los que esa dulce fragancia de mujer ha impregnado mi nariz, mi olfato, todo mi cuerpo se ha estremecido, haciendo entrar a mi mente en un mundo de recuerdos que tan lejanos parecían. He vuelto a sentirte, sí, no voy a negarlo, aunque ni yo misma sepa porqué ese afán mío por alejarme incesantemente de ti, pero ha sido así. He sentido la necesidad de tenerte cerca, de querer acercarme a ti, de notar cómo tú sientes lo mismo, de jugar, de rozarnos; he sentido ese calor recorrer todo mi cuerpo haciéndolo estremecer con tan sólo pensarlo, con tan sólo creer que era posible ese beso... ese simple contacto que tanto me ha gustado siempre experimentar, llevar más allá, colmar con un fuerte arrebato de pasión que nos lleve a la más pecaminosa lujuria...

   Ya lo sabes, eres tú, mi gran amigo el deseo, el que has vuelto hoy a mí. Tú que tantas locuras de amor me llevaste a cometer, tú que tantas aventuras me has hecho vivir, sí tú, mi también temido enemigo... El deseo que me hace perder la cordura, que me lleva a tener experiencias inolvidables, pero que, al mismo tiempo, me hace confundir mi mente y mi corazón, me atrapa y me envuelve haciéndome soñar con un amor que ya sabemos que está sólo en la mente de una sociedad que no valora lo importante de una relación, la magia de amar profundamente a una persona, con el respeto y la sinceridad que eso supone, con la facilidad y la sencillez de la que debería quedar impregnado.

   Y, ahora, tanto huir del amor para no perder mi razón, tanto huir del dolor para no volver a perder mi rumbo, he dejado atrás también al deseo, dejando que mi cuerpo se consuma en la rutina de una vida que no quiere volver a estar llena de más altibajos, que no quiere confundir la de otro ser sediento de amor, pues el amor, como aquí lo nombro, no tiene cabida en mis días y no quisiera volver a engañarme con nadie más...

   Así, sin ni siquiera haber visto tu rostro, el deseo volvió a inundar mi ser haciéndome sentir la persona más afortunada del mundo, más llena y placentera, más motivada y alegre, pues al verte sin mirarte, al pensarte sin soñarte, al sentirte sin saber ni quién eras, tu simple olor me produjo todos estos sentimientos que de nuevo mi musa han transformado en un regalo para el mundo, para mis verdaderos amores, para vosotros... para mi alma....

   Después de tanto tiempo, una simple fragancia de mujer ha despertado en mí una de mis más ansiadas pasiones, haciéndome sentir tus besos sobre mis labios, tu humedad en mi boca, tu suavidad entre mis dedos y tu calor en cada poro de mi piel; después de tanto tiempo, me he dado cuenta de que la vida sigue, pero que sin ti difícilmente tendrá todo su sentido. Tú, el deseo, mi deseo...

lunes, 3 de diciembre de 2012

Siempre a vuestro lado

Aquel día, muy a mi pesar, me desperté en el mismo lugar. Aquella habitación me parecía tan fría que las sábanas, la colcha y las tres mantas que me tapaban parecían ser de hielo. La mañana trascurrió como todas. Enfermeras que entraban a cambiarme los goteros, amigos y familiares que venían a verme, mi marido deambulando por la habitación…


Yo, sin embargo, no tenía las mismas sensaciones de siempre. Desde que hice el primer vano intento de abrir mis ojos y pude sentir la mano de mi marido sobre la mía algo recorrió mi cuerpo. Fue una sensación de dolor increíble. Me quedé en blanco durante unos segundos, pero rápidamente una idea me vino a la cabeza: “Yo no me siento así, sino todo lo contrario, hoy me siento muy tranquila. No siento emociones de ningún tipo por dentro, diría que es tan sólo paz”. A pesar de eso, hasta que él no me soltó la mano no dejé de notar esa desesperación en mi alma.


No fue el único que me hizo estremecer el cuerpo ese día. Mi ex marido, el padre de mis hijos, al que adoro, mis hermanas, mis amigos, mis hijas e incluso, en la distancia que nos separaba, mi hijo. La preocupación llenaba cada segundo de sus días y, al verme aquel lunes, todos parecían percibir algo muy distinto a lo que yo estaba sintiendo. Era mi calma frente a sus miedos.


Cuando empezó a caer la noche, y tras aquel largo día de emociones encontradas, fue cuando lo entendí. Mi vida se estaba acabando y todos podían verlo en mi cuerpo, en mi rostro, en mi falta de luz, esa que poco a poco se había ido apagando.


En cuestión de segundos vi pasar mi vida por delante de mis ojos. No estaba segura de haber hecho todo lo que quería, no estaba segura de haber demostrado todo lo que siento, de haber dicho te quiero las veces necesarias, no estaba segura de nada. ¿Era realmente ese mi momento? Entre el colapso de pensamientos me di cuenta de que andaba divagando en pensamientos que normalmente tiene la persona que se queda, que sigue viviendo en el mundo terrenal… No, ¡para!, me dije. Estábamos equivocados, pues si soy yo la que me voy, la que ya no va a estar más aquí, seré yo la que tenga que tener claro que me voy feliz y en paz, pues ya no importa el cuándo sino el qué. ¿He terminado mi misión en esta vida? Si me encontraba a las puertas del cielo debía ser porque la respuesta era sí.


Cuando mis ideas se asentaron dentro de mi cabeza me di cuenta de que aún me quedaba lo más importante, sentí desde aquel mismo instante que me quedaba el tiempo justo para cumplir mi última voluntad. Eso fue lo que hice. Aún no sé cómo, pero sin darme cuenta empecé a volar a través de las nubes y entonces…


…vi a mi marido dando una de esas breves cabezadas que daba cuando el cansancio no hacía más que ganarle la batalla. Cuántas horas lleva simplemente mirándome, tan sólo pidiéndole a Dios que no me apartase de su lado. Ha sido tan bonito nuestro amor, es tan grande la capacidad que tiene para hacerme sentir la persona más amada del mundo, que no me bastará la eternidad para agradecérselo. Le pedí que fuese fuerte, que se apoyara, no sólo en su familia, sino también en la mía, a la que él ya pertenece desde hace mucho, y donde todos lo quieren con pasión. Le di las gracias por haberme hecho tan feliz, por haberme enseñado que los sueños se pueden cumplir, por querer y mimar a mis hijos como si se tratase de los suyos, por haberme inundado de sorpresas, de romanticismo, por soportar mis manías y por aplaudir mis logros. Le di las gracias por entregarme el amor más sincero del mundo. Le besé en los labios, me acerqué al oído a susurrarle… “idem”… y…


…me vi sentada al lado del que un día fue mi esposo, allí en nuestra cama, reviví todos los momentos felices que me hizo sentir. Le pedí que fuese fuerte y que siguiese siendo el mismo gran hombre que siempre ha sido. Le di mil veces las gracias por haberme dedicado más de la mitad de su vida, por haberme dados tres hijos maravillosos, por haber sido el mejor padre del mundo, por regalarme cada nueve de noviembre un ramito de violetas… Lo colmé de besos y al abrazarlo…


…aparecí justo en la habitación de al lado donde estaba mi pequeño tesoro, mi niña pequeña…¡cuánto voy a echar de menos tus besitos en la frente!… Le toqué su precioso pelo rubio y le pedí que no dejara nunca de pensarme. Le dije: yo estaré siempre a tu lado, siempre que tengas una duda, siempre que necesites un consejo, siempre que te enfades con papi y siempre que necesites recordar que él, como todos, sólo queremos tu bien, siempre, mi chatita, siempre… Le di las gracias por haber llenado de luz mis días, por volver a dar sentido a mi vida con la suya, por ser tan especial y cariñosa, por ser como es, un reflejo de todo lo que soy yo. Tumbé mi cabeza sobre pecho y…


…me vi junto a mis hermanas. Era como si las tres hubiésemos volado juntas para abrazarnos al unísono para despedirme antes de partir en mi largo viaje. Estaban medio dormidas, las podía ver perfectamente e incluso, como me había pasado con mi hija, pude tocarles el pelo, volver a sentir la suavidad de sus manos, el calor de sus cuerpos… Les pedí que encontraran la paz en sus corazones, que dejasen de sufrir por mí, por su hermana pequeña, pues yo necesitaba descansar, necesitaba dejar este mundo para encontrar mi propia calma. Les pedí perdón por marcarlas con mi ausencia. Antes de decirles adiós les agradecí cada uno de esos momentos en los que me hicieron rabiar de pequeña, cada vez que me riñeron e intentaron hacerme comprender que mi rebeldía era en vano, cada vez que me abrazaron, cada beso que me dieron y, como no, cada uno de esos bailes y esas risas que hemos sentido, vivido y disfrutado en cada fiesta. Este abrazo fue de los más intensos que pude sentir, tal vez, porque llevaba el doble de amor y…


…no podía creérmelo, mi hijo, mi niño. ¡Bendito momento el de tu nacimiento! Mi primer hijo, uno de los momentos más importantes de mi vida. Siempre me pareció el niño más inteligente del planeta. Le pedí que fuese fuerte, tenía que saber que el vínculo tan intenso que nos había unido durante toda la vida no podría ser roto por la eternidad, pues él, mejor que muchos de nosotros, entiende perfectamente lo infinito de nuestras almas, la conexión eterna de nuestras energías… Le di las gracias por llenar cada día nuestra casa de carcajadas con sus ocurrencias, por haberme reñido mil veces en su intento de que viese lo fácil que era simplemente vivir. “Fui yo la que le pedí a Dios que tuvieses como último recuerdo esa cara resplandeciente que por suerte heredaste de mí”. Lo abracé sintiendo que podía partir su alma de la intensidad del amor que desprendí en él y…


…fue increíble llegar allí y verla, como no, frente a su ordenador. Aún no se había quitado la ropa del trabajo, pero allí estaba sin parar de teclear, como si la vida se le fuese en ello… Reconozco que nunca tuve el placer de ver cómo escribía, pero me recordó mucho a los momentos en los que ponía todo su empeño y concentración en estudiar. No se podía hacer ningún ruido y le molestaba enormemente que le hablase. Pensé que debía esperar a que terminase para decirle todo aquello que quería. Mientas tanto, leí las frases que había escrito esa noche en su página: “Martes 13, perfecto día para hacer cualquier cosa que nos apetezca”. Sonreí al pensar que, como ella misma diría, eso debía ser una señal. La miré, siempre me gustó mirar profundamente a mis hijos y ellos siempre se enfadaron por ello. Pero en ese momento me lo podía permitir, lo había hecho minutos antes con sus hermanos y ahora no iba a perder la oportunidad con ella. Siempre me sorprendió la forma que tuvo de enfrentarse al mundo y siempre pensé que no estuve a la altura de sus aprendizajes… pensé que me quedaban grandes y es ahora cuando comprendo lo sencillos que eran. Ante tal certeza me dije con sus propias palabras: Es magia… Fui leyendo lo que escribía y, al descubrir que no eran otra cosa que decenas de recuerdos que tenía conmigo, fui reviviéndolos y, de nuevo, toda mi vida pasó por delante. Pude ver al resto de mi familia, a mis tíos, a mis primos, a sus hijos y, como no, a mis amigos, mi amiga del alma… Tantas personas que siempre han estado, que ni la distancia más grande, ni los inconvenientes de cualquier relación, ni el tiempo, ni los rencores han podido borrar el amor sincero que siempre hemos sentido. Me sentí muy afortunada de haberlos tenido en mi vida, de haber formado parte de la suya. Me entristeció pensar en si realmente mis pensamientos, fluyendo por todo el Universo, estarían llegando a todas esas personas que era capaz de ver y sentir, a pesar de ser totalmente consciente de que seguía en aquella fría habitación de hospital.


Entre mi nube de emociones vi a mi hija tomar aire, supongo que intentando poner esa última frase que siempre hace que sus artículos rocen ese perfeccionismo que tanto la han caracterizado desde muy pequeña. Me acerqué a ella y, sin dejar de maravillarme de la luz de su sonrisa al pensarme, le pedí que no la perdiese nunca, que recordase que esa era su mayor virtud: la de iluminar al mundo con su sonriente cara, la de contagiar a todos con todo aquello que su enorme corazón era capaz de sentir. Le rogué que fuese fuerte, que se uniese a sus hermanos de tal manera que ninguno sintiese nunca mi falta, mi ausencia. Le di las gracias por haber estado siempre a mi lado, por haberme apoyado en las decisiones que tanto trabajo me costaron tomar, por haber perdonado los errores que toda madre comete ante aquello que desconoce y teme por el bienestar de sus hijos. Le volví a repetir la frase que rondaba por su cabeza: Estoy muy orgullosa de ti, chata. Le di un beso en la mejilla y cuando puso el punto final a su artículo….


…. noté como mi ser se expandía en todas direcciones, como la oscuridad de la noche se convertía en una luz intensa que penetraba en cada uno de mis sentidos multiplicando su poder por el infinito, escuchando el bombeo de mi alma, sintiendo la suavidad de mi energía, el sabor de la felicidad y el olor a vida más maravilloso de toda mi existencia. Al fin, después de poco más de medio siglo, había encontrado aquello que llevaba tantos años buscando, aquello me hizo perder tantas veces la cordura, el aliento e incluso las ganas de seguir viviendo. Al fin, después de tanto buscar, y cuando ya me había rendido ante sus pies, el amor más grande, puro e inmenso del mundo inundó toda mi alma. Aquella poesía que años atrás escribí voló por mi mente…


…. “Quiero llegar más allá,

quiero traspasar

todo este mundo

de miedos e hipocresías,

pues dicen mis fantasías

que lo que yo ando buscando

allá me está esperando”.


El mayor regalo que me llevo es haberos escuchado contar lo que aquel maravilloso martes trece conseguí haceros sentir cuando estuve a vuestro lado. Y ahora debéis saber que allí seguiré… a vuestro lado, siempre a vuestro lado.


Siempre a vuestro lado


Aquel día, muy a mi pesar, me desperté en el mismo lugar. Aquella habitación me parecía tan fría que las sábanas, la colcha y las tres mantas que me tapaban parecían ser de hielo. La mañana trascurrió como todas. Enfermeras que entraban a cambiarme los goteros, amigos y familiares que venían a verme, mi marido deambulando por la habitación...

Yo, sin embargo, no tenía las mismas sensaciones de siempre. Desde que hice el primer vano intento de abrir mis ojos y pude sentir la mano de mi marido sobre la mía algo recorrió mi cuerpo. Fue una sensación de dolor increíble. Me quedé en blanco durante unos segundos, pero rápidamente una idea me vino a la cabeza: "Yo no me siento así, sino todo lo contrario, hoy me siento muy tranquila. No siento emociones de ningún tipo por dentro, diría que es tan sólo paz". A pesar de eso, hasta que él no me soltó la mano no dejé de notar esa desesperación en mi alma.

No fue el único que me hizo estremecer el cuerpo ese día. Mi ex marido, el padre de mis hijos, al que adoro, mis hermanas, mis amigos, mis hijas e incluso, en la distancia que nos separaba, mi hijo. La preocupación llenaba cada segundo de sus días y, al verme aquel lunes, todos parecían percibir algo muy distinto a lo que yo estaba sintiendo. Era mi calma frente a sus miedos.

Cuando empezó a caer la noche, y tras aquel largo día de emociones encontradas, fue cuando lo entendí. Mi vida se estaba acabando y todos podían verlo en mi cuerpo, en mi rostro, en mi falta de luz, esa que poco a poco se había ido apagando.

En cuestión de segundos vi pasar mi vida por delante de mis ojos. No estaba segura de haber hecho todo lo que quería, no estaba segura de haber demostrado todo lo que siento, de haber dicho te quiero las veces necesarias, no estaba segura de nada. ¿Era realmente ese mi momento? Entre el colapso de pensamientos me di cuenta de que andaba divagando en pensamientos que normalmente tiene la persona que se queda, que sigue viviendo en el mundo terrenal... No, ¡para!, me dije. Estábamos equivocados, pues si soy yo la que me voy, la que ya no va a estar más aquí, seré yo la que tenga que tener claro que me voy feliz y en paz, pues ya no importa el cuándo sino el qué. ¿He terminado mi misión en esta vida? Si me encontraba a las puertas del cielo debía ser porque la respuesta era sí.

Cuando las ideas se asentaron dentro de mi cabeza me di cuenta de que aún quedaba lo más importante; sentí desde aquel mismo instante que tenía el tiempo justo para cumplir mi última voluntad. Eso fue lo que hice. Aún no sé cómo, pero sin darme cuenta empecé a volar a través de las nubes y entonces...

...vi a mi marido dando una de esas breves cabezadas que daba cuando el cansancio no hacía más que ganarle la batalla. Cuántas horas lleva simplemente mirándome, tan sólo pidiéndole a Dios que no me aparte de su lado. Ha sido tan bonito nuestro amor, es tan grande la capacidad que tiene para hacerme sentir la persona más amada del mundo, que no me bastará la eternidad para agradecérselo. Le pedí que fuese fuerte, que se apoyara, no sólo en su familia, sino también en la mía, a la que él ya pertenece desde hace mucho, y donde todos lo quieren con pasión. Le di las gracias por haberme hecho tan feliz, por haberme enseñado que los sueños se pueden cumplir, por querer y mimar a mis hijos como si se tratase de los suyos, por haberme inundado de sorpresas, de romanticismo, por soportar mis manías y por aplaudir mis logros. Le di las gracias por entregarme el amor más sincero del mundo. Le besé en los labios, me acerqué al oído a susurrarle... "idem"... y...

...me vi sentada al lado del que un día fue mi esposo, allí en nuestra cama, reviví todos los momentos felices que me hizo sentir. Le pedí que fuese fuerte y que siguiese siendo el mismo gran hombre que siempre ha sido. Le di mil veces las gracias por haberme dedicado más de la mitad de su vida, por haberme dados tres hijos maravillosos, por ser el mejor padre del mundo, por regalarme cada nueve de noviembre un ramito de violetas... Lo colmé de besos y al abrazarlo...

...aparecí justo en la habitación de al lado donde estaba mi pequeño tesoro, mi niña pequeña...¡cuánto voy a echar de menos tus besitos en la frente!... Le toqué su precioso pelo rubio y le pedí que no dejara nunca de pensarme. Le dije: "yo estaré siempre a tu lado, siempre que tengas una duda, siempre que necesites un consejo, siempre que te enfades con papi y siempre que necesites recordar que él, como todos, sólo queremos tu bien, siempre, mi chatita, siempre..." Le di las gracias por haber llenado de luz mis días, por volver a dar sentido a mi vida con la suya, por ser tan especial y cariñosa, por ser como es, un reflejo de todo lo que soy yo. Tumbé mi cabeza sobre pecho y...

...me vi junto a mis hermanas. Era como si las tres hubiésemos volado juntas para abrazarnos al unísono, para despedirme antes de partir en mi largo viaje. Estaban medio dormidas, las podía ver perfectamente e incluso, como me había pasado con mi hija, pude tocarles el pelo, volver a sentir la suavidad de sus manos, el calor de sus cuerpos... Les pedí que encontraran la paz en sus corazones, que dejasen de sufrir por mí, por su hermana pequeña, pues yo necesitaba descansar, necesitaba dejar este mundo para encontrar mi propia calma. Les pedí perdón por marcarlas con mi ausencia. Antes de decirles adiós les agradecí cada uno de esos momentos en los que me hicieron rabiar de pequeña, cada vez que me riñeron e intentaron hacerme comprender que mi rebeldía era en vano, cada vez que me abrazaron, cada beso que me dieron y, como no, cada uno de esos bailes y esas risas que hemos sentido, vivido y disfrutado en cada fiesta. Este abrazo fue de los más intensos que pude sentir, tal vez, porque llevaba el doble de amor y...

...no podía creérmelo, mi hijo, mi niño. ¡Bendito momento el de tu nacimiento! Mi primer hijo, uno de los momentos más importantes de mi vida. Siempre me pareció el niño más inteligente del planeta. Le pedí que fuese fuerte, tenía que saber que el vínculo tan intenso que nos había unido durante toda la vida no podría ser roto por la eternidad, pues él, mejor que muchos de nosotros, entiende perfectamente lo infinito de nuestras almas, la conexión eterna de nuestras energías... Le di las gracias por llenar cada día nuestra casa de carcajadas con sus ocurrencias, por haberme reñido mil veces en su intento de que viese lo fácil que era simplemente vivir. "Fui yo la que le pedí a Dios que tuvieses como último recuerdo esa cara resplandeciente que por suerte heredaste de mí". Lo abracé sintiendo que podía partir su alma de la intensidad del amor que desprendí en él y...

...fue increíble llegar allí y verla, como no, frente a su ordenador. Aún no se había quitado la ropa del trabajo, pero allí estaba sin parar de teclear, como si la vida se le fuese en ello... Reconozco que nunca tuve el placer de ver cómo escribía, pero me recordó mucho a los momentos en los que ponía todo su empeño y concentración en estudiar. No se podía hacer ningún ruido y le molestaba enormemente que le hablase. Pensé que debía esperar a que terminase para decirle todo aquello que quería. Mientras tanto, leí las frases que había escrito esa noche en su página: "Martes 13, perfecto día para hacer cualquier cosa que nos apetezca". Sonreí al pensar que, como ella misma diría, eso debía ser una señal. La miré, siempre me gustó mirar profundamente a mis hijos y ellos siempre se enfadaron por ello. Pero en ese momento me lo podía permitir, lo había hecho minutos antes con sus hermanos y ahora no iba a perder la oportunidad con ella. Siempre me sorprendió la forma que tuvo de enfrentarse al mundo y siempre pensé que no estuve a la altura de sus aprendizajes... pensé que me quedaban grandes y es ahora cuando comprendo lo sencillos que eran. Ante tal certeza me dije con sus propias palabras: "Es magia..." Fui leyendo lo que escribía y, al descubrir que no eran otra cosa que decenas de recuerdos que tenía conmigo, fui reviviéndolos y, de nuevo, toda mi vida pasó por delante. Pude ver al resto de mi familia, a mis tíos, a mis primos, a sus hijos y, como no, a mis amigos, mi amiga del alma... Tantas personas que siempre han estado, que ni la distancia más grande, ni los inconvenientes de cualquier relación, ni el tiempo, ni los rencores han podido borrar el amor sincero que siempre hemos sentido. Me sentí muy afortunada de haberlos tenido en mi vida, de haber formado parte de la suya. Me entristeció pensar en si realmente mis pensamientos, fluyendo por todo el Universo, estarían llegando a todas esas personas que era capaz de ver y sentir, a pesar de ser totalmente consciente de que seguía en aquella fría habitación de hospital.

Entre mi nube de emociones vi a mi hija tomar aire, supongo que intentando poner esa última frase que siempre hace que sus artículos rocen ese perfeccionismo que tanto la han caracterizado desde muy pequeña. Me acerqué a ella y, sin dejar de maravillarme de la luz de su sonrisa al pensarme, le pedí que no la perdiese nunca, que recordase que esa era su mayor virtud: la de iluminar al mundo con su sonriente cara, la de contagiar a todos con todo aquello que su enorme corazón era capaz de sentir. Le rogué que fuese fuerte, que se uniese a sus hermanos de tal manera que ninguno sintiese nunca mi falta, mi ausencia. Le di las gracias por haber estado siempre a mi lado, por haberme apoyado en las decisiones que tanto trabajo me costaron tomar, por haber perdonado los errores que toda madre comete ante aquello que desconoce y teme por el bienestar de sus hijos. Le volví a repetir la frase que rondaba por su cabeza: "Estoy muy orgullosa de ti, chata". Le di un beso en la mejilla y cuando puso el punto final a su artículo....

.... noté como mi ser se expandía en todas direcciones, como la oscuridad de la noche se convertía en una luz intensa que penetraba en cada uno de mis sentidos multiplicando su poder por el infinito, escuchando el bombeo de mi alma, sintiendo la suavidad de mi energía, el sabor de la felicidad y el olor a vida más maravilloso de toda mi existencia. Al fin, después de poco más de medio siglo, había encontrado aquello que llevaba tantos años buscando, aquello me hizo perder tantas veces la cordura, el aliento e incluso las ganas de seguir viviendo. Al fin, después de tanto buscar, y cuando ya me había rendido ante sus pies, el amor más grande, puro e inmenso del mundo inundó toda mi alma. Aquella poesía que años atrás escribí voló por mi mente...

            .... "Quiero llegar más allá, 
                   quiero traspasar
                   todo este mundo
                   de miedos e hipocresías,
                   pues dicen mis fantasías
                   que lo que yo ando buscando
                   allá me está esperando".

El mayor regalo que me llevo es haberos escuchado contar lo que aquel maravilloso martes trece conseguí haceros sentir cuando estuve a vuestro lado. Y ahora debéis saber que allí seguiré... a vuestro lado, siempre a vuestro lado.

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