Últimamente he podido ver el resultado de mi afán
por ser feliz, por demostrar al mundo que es posible, y que la mayor de las
utopías es esa extraña certeza que invita a la sociedad a afirmar que no existe
la felicidad completa. Me pregunto cómo se puede vivir sin sentir la ilusión en
cada despertar. Seguimos equivocándonos en el concepto que define esa
expresión. La cuestión está en saber ser feliz con todo lo que tenemos y no en
querer siempre más de lo que ya poseemos.
Dentro del vacío en el que un día decidí quedarme
opté por tomar el camino de los sueños. La mejor decisión de mi vida se resume
en haberme dado cuenta de que tan sólo de sueños es posible vivir, pues cuando
los deseas con el alma, los sientes en el corazón y los haces realidad con tus
actos, el Universo mueve sus hilos para que todo sea mucho mejor de lo que
estás imaginando.
No hace tanto me vi caminando con la cara más alegre
que jamás pude reflejar en el espejo, recogiendo cada sonrisa que el mundo me
regalaba al pasar. Pude observar cómo de mi interior salían palabras
desesperadas por adentrarse en cientos de corazones. Recuerdo que me paré en mi
ensoñación al comprobar lo maravilloso que sería que todo fuese verdad; esa emoción que nos recorre los
sentidos cuando asumimos lo difícil que es hacerlo realidad. Reconozco, sin
vergüenza, que me pareció estar pidiendo demasiado tratándose tan sólo de mi
persona. Quién era yo para recibir tan grande regalo si no había hecho nada
para merecerlo.
Comencé por colarme dentro de mis seres queridos y,
muy poco a poco, la magia que hemos sabido compartir, ha ido expandiéndose
hasta lugares que ni siquiera conocía. Cada vez más, otras almas se acercan a
la mía para reconocer la pasión de mi trabajo, la ilusión que me mueve cada día
para intentar hacernos un poco más felices. Hoy me siento orgullosa de poder
escuchar de personas cercanas, y también desconocidas, lo importante que puedo
ser en sus vidas, y mientras, yo me recreo en la suerte que supone tenerlos en
la mía.
Y aunque todo lo que escriba pueda parecer la
fantasía de una niña que no quiere dejar de serlo, hoy me quedo con la duda que
se plantea mi alumno al peguntarme si no me da vergüenza jugar al
"pilla-pilla" con treinta y cinco años, pues detrás de ella se
encuentran las respuestas que tal vez no supe darle. De lo que podría llegar a
avergonzarme es de no haber hecho a cada segundo todo aquello que me inunda de
la más gratificante felicidad.
Cierro lo que quiso ser un artículo con la sensación
de haberos escrito una carta. Sonrío al sentir que no es tan loca mi expresión
de sentimientos cuando hoy, al fin, sé que hay otros corazones ahí detrás
queriéndolos tocar, acariciar y hacer suyos. Firmo con mis lágrimas; lágrimas
que me recuerdan que pase lo que pase, siempre habrá personas dispuestas a
hacer de mis sueños el motor de su felicidad.
[ Sonia Brúnar [
No hay comentarios:
Publicar un comentario