Me cansé de estudiar para, como mi padre repetía,
tener un futuro mejor, optar a un puesto laboral más cómodo, un buen sueldo y
mucho tiempo para poder gastarlo a gusto. Por el camino, tuve la suerte de
encontrar mi vocación...
Me cansé de invertir el poco dinero que gané en
preparar unas oposiciones que, volvía convencerme, me darían opción a un
trabajo digno, alejado de horarios insoportables, de contratos basura, de
nóminas que dan ganas de llorar.
Me cansé de aprobar año tras año un examen en el que
las plazas estaban dadas antes de empezar, que eran adjudicadas en función de
las necesidades de un gobierno y no de las de cientos de niños que piden a
gritos y, cada vez más, maestros con ganas de serlo, corazones conectados con
la infancia, personas que los alejen de la ignorancia.
Pero aún estando cansados, no hay sueño que se le
resista a quien no sabe dejar de soñar, ni muros que no tengan un hueco por el
que el esfuerzo nos permita avanzar...
Ahora, estando donde soñé...me canso de leyes vacías
que cambian con cada giro político, que no dicen más que lo que es fácil de
expresar, que callan todo el trabajo que inútilmente nos hacen elaborar. Horas,
días, meses y cursos enteros dedicados a rellenar documentos, sumidos en la
"burrocracia", llevándose la motivación que un día dio sentido a
nuestra vocación.
Me canso de que nadie se pare a observar lo que
realmente importa; qué enseñamos a nuestro alumnado, qué valores somos capaces
de aportarles; qué importan las dichosas "competencias clave"
evaluadas en un papel, si lo importante es que les ayudemos a crecer; a ser
mejores y respetarse; a luchar por lo que quieran sin compararse; a dejar de
hablar de los demás si no es para decir algo bueno y no dirigirse a otros para
destacar sus defectos; a agacharnos siempre que sea necesario, para ayudar sin
que nada más deba importarnos; a seguir adelante aunque el alrededor siempre intente
cansarnos...
Finalmente, cansados entramos en nuestras aulas
y...es ahí cuando toda esta fatiga queda detrás. Basta cerrar la puerta y dejarnos
llevar. De repente, un dibujo dedicado, una pulsera hecha con sus manos, un
abrazo y un "seño eres la mejor", es todo lo que necesitamos para
volver a escuchar nuestro corazón. Es entonces cuando el exterior desaparece,
cuando vemos sus progresos, sus agradecimientos en forma de logros que parecían
imposibles, sus buenos días que saben a amor, sus despedidas esperando ser
mañana, sus sonrisas queriendo ser grandes y sus ocurrencias recordándonos que
no hay nada mejor que ser un niño libre y sin dueños que, siendo bien educado,
será siempre capaz de alcanzar todos sus sueños.
Por todo esto, doy mi energía y ánimo a mis
compañeros de vocación, para que nada ni nadie destroce nuestra profesión; para
que sigamos dándolo todo por nuestros niños, por cada grupo de "regalitos"
que el Universo nos hace llegar a través de sus hilos, porque...si él los puso
en nuestras manos, es porque hace años, cuando aún no estábamos cansados, con
estar con ellos es justo lo que habíamos soñado...
☯ Sonia Brúnar ☯
No hay comentarios:
Publicar un comentario