Sentarme a escribir sin tener la más remota idea de lo que mi corazón va a contaros. Suelo explicar que no sé lo que he escrito hasta que lo leo. Parece ser el intento de poesía de un alma bohemia más que una realidad, pero...es así. La magia de mis letras está en los pensamientos que no le acompañan. Es puro sentimiento, la emoción de un alma que encontró la puerta que le permite salir de un cuerpo limitado y sin capacidad para aprovechar el cien por cien de lo que sus sentidos le permiten captar.
Sentarme a escribir sin que una idea me haya llegado, sin que la inspiración me haya hablado. No es difícil cuando la vida es la mejor fuente de mis palabras, sus momentos lo más bello sobre lo que escribir y sus sensaciones lo más importante que transmitir. Al posar mis manos en el ordenador su movimiento se convierte el baile que más me gusta, en la melodía más armoniosa para mis oídos. El ruido al teclear envuelto en el silencio de mis noches se transforma en la banda sonora de mi vida, en el latir de mi corazón, el motor de mis sueños.
Sentarme a escribir para darme cuenta de que no hace tanto soñaba con hacer todo lo que hoy hago, con tener lo que tengo sin que nada material sea lo que me aporta felicidad. No es la estabilidad económica un sueño por el que luchar, sino la única manera de vivir en esta sociedad. Los sueños son mucho más, van mucho más lejos. Cada persona tiene un lugar en el infinito Universo donde sus ilusiones tienen sentido, donde su vida es lo que desean y sus días el mejor regalo que recibir. Ese es el motivo de nuestra entrega, de nuestros esfuerzos. Dejar de vivir lo que otros nos imponen y ser capaces de hacerlo en medio de nuestras pasiones, de lo que realmente mueve nuestros hilos de amor.
Sentarme a escribir para celebrar que he vivido un día más, un día que no es como el de ayer, sino que se presenta único y brillante como nuestros ojos al hacer de cada minuto un momento más de felicidad. Compartir sonrisas, conversaciones que no dicen nada, miradas que lo dicen todo, besos que gritan te quiero, despedidas que nos unen, encuentros que nos separan, noches soleadas y días llenos de estrellas.
Sentarme a escribir recreándome en el gesto de tu rostro cuando me estás leyendo, en los pensamientos que todo esto provocará en tu ser, en las emociones que tal vez mañana al recordarlo seas capaz de reconocer. Sueño a menudo con la idea de que mis palabras sean como esas que un día abrieron los ojos de mi alma para poder ver claramente el sentido de la vida, para encontrar la manera de estar siempre riendo, a pesar de los inconvenientes y de los hechos dolorosos que marcan a fuego nuestros corazones. Sonrío imaginando la sonrisa que tal vez se te escapa al revivir en mis escritos lo que ya viviste en tu mundo; el nudo que se te coge en el estómago al notar la nostalgia de algunas de mis frases...
Sentarme a escribir para recordarme que no es este mi único trabajo, pero sí el que me permite estar viva, el que alimenta mis sueños, el que llena de esperanzas los malos momentos, de señales los buenos, de ilusiones los que están por venir. Sentarme a escribir para no dejar jamás de sentir, para no permitir que mis días pasen como pasan las estaciones, como pasan las cosas que simplemente se dejan pasar...; para soñar despierta antes de dormir, para decirte que te amo, que te extraño, que recuerdo cada parte de tu cuerpo, que ya no me dueles o que aún sigo esperándote. Sentarme a escribir para crear motivos, para dar sentido a un mundo que se ha cansado de estar preocupado. Sentarme a escribir para ti... No encuentro mayor amor, ni mejor manera de ser feliz que sentándome a escribir...
No hay comentarios:
Publicar un comentario