Intento que no me atrape, pero Él siempre está ahí, controlando cada paso, cada momento de mi vida... Va y viene; me envuelve y me suelta; me grita y me acuna; me quita la vida, pero también me devuelve la esperanza.
Aparto mi mente de Él pero es fuerte, grande,...o tal vez le dimos ese falso valor...pero eso ahora ya da igual. Pienso en lo que deseo...ahí está, lo veo, lo miro y hasta puedo tocarlo, pero ¡no! no te acerques demasiado, porque Él vendrá y te lo quitará....
Siento las ganas de tenerte, de compartir algo más que un segundo, que un sueño por alcanzar...pero como Él no está presente, eso nunca sucederá. Quiero, pienso y anhelo hacer lo que mi corazón me dicta, dejarme llevar y no pensar en nada más...
Ya que no puedo tenerte me decido siempre a escribirte, pero...hoy ya no es posible, ¿no lo sabes ya? Él vendrá a buscarme...a recordarme que no me quiere acompañar... Me invade, me frena, me empuja y me hace aprender y valorar la esencia de la vida, pero, en ocasiones, no aporta tranquilidad, no me permite volar.
Se cuela sin más, y aprovecho para preguntarle que más puedo hacer para sentir que lo gano, y no que lo pierdo constantemente. Su respuesta es muy clara:
"No quieras atraparme, no quieras hacerme grande ni pequeño, no quieras jugar con mi presencia. Yo, soy el Tiempo, el amo y señor de toda tu vida; Es mejor que dejes de buscarme y empieces de una vez a valorarme".
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