Más de un artículo te he escrito ya a estas horas para conseguir que entiendas lo que ahora hay dentro de mis pensamientos, dentro de mi corazón, dentro de mi alma...y, sin pretensión de quitarte credibilidad, dentro de la tuya. Pero... desde que leí tus palabras me decidí a no hacerte ver una realidad que no sé si no quieres ver o si es que, simplemente, no es la misma que la mía. Y... ¿quién soy yo para convencerte de nada? Cada uno ve y vive la vida como quiere y, tal y como haces tú, yo también te respetaré.
No voy a mentirme, mi corazón se partió en mil pedazos después de leer tus palabras, pero... no porque no las esperase sino porque siento que, independientemente de lo que me has dicho, no son ciertas del todo. Aprendí, a fuerza de muchos palos y errores, que no todos somos capaces de ver, que las cosas son tal y como son y, durante muchos años, me encargué de abrirle los ojos a los que no eran capaces de mirar más allá de ellos mismos, más allá de su corazón... en el interior de su alma, que es la que, al fin y al cabo, mueve nuestras vidas... nuestros actos.
Hoy ya no me encargo de eso. Dejo que cada uno recorra su camino al ritmo que quiera, pues forzarlo nunca tiene recompensas positivas. A pesar de todo, no he podio sentirme triste más tiempo del necesario, del que he creído suficiente para darme cuenta de que nuestra amistad, según lo que entiendo, no era tal o... tal vez era mucho más que eso. Ayer, ahora sé que no por casualidad, estuve releyendo nuestras primeras conversaciones. Todo empezó por nada y acabó siéndolo todo. De una simple pregunta comenzó a nacer una relación pura y sincera que nos ha llevado a compartir aspectos muy importantes de nosotras mismas, que nos han tenido "atadas" durante muchos días a conversaciones donde las risas y la diversión han sido su principal motor.
El Universo nos unió para que, en un momento en el que ambas necesitábamos a alguien que nos hiciese sonreír, estuviésemos una al lado de la otra, dándonos los ánimos que la vida nos robaba por otros aspectos. Yo también sentí que podía ayudarte, que podías necesitarme, que podía impedir, de cierta manera, que la tristeza te envolviese más de lo necesario. Lo más bonito de todo es que eso dio paso a que quisiésemos compartir mucho más, a que nuestros pensamientos volasen a donde la otra se encontraba, que nuestros buenos deseos llegasen allí a donde el tiempo y la distancia parecen no poder poner límites. Ha sido maravilloso, y aún lo es, saber que hemos estado tan cerca estando, en realidad, tan lejos...
No puedes pretender que me crea que has estado ahí sólo porque yo lo necesitaba, pues es cierto que siempre me has dado la palabra precisa y que me has hecho llegar el aliento necesario cuando me ha hecho falta, pero también, que cuando el dolor ya no estaba tú seguías haciéndome reír y aportándome momentos que jamás se borrarán de mi ser.
Sé, por lo que he visto en ti, que todo lo que me has dado ha sido con tus mejores intenciones, con tu corazón por delante y con tu sinceridad siempre presente; pero, también que, a pesar de lo que me hayas querido transmitir, esto es y será mucho más de lo que ninguna de las dos querrá reconocer jamás. El qué ni lo sé ni ahora quiero saberlo, pero no me conformo con saber que yo he creído darte todo cuánto necesitabas, para mantener la energía que te hacía falta cada día, y que tú simplemente hayas hecho lo mismo, pues puedo reconocer, y de nuevo no me queda más que reírme, que eso sería tan sólo los actos de dos bobas que queriendo sentirse mejor en sus vidas, se han dedicado a entregar a otra persona aquello en realidad nos ha hecho sentir mejor a nosotras mismas.
Quizás sea cierto que somos almas gemelas. Dos almas con los mismos propósitos y, quizás sea por eso que se me encoge el corazón al pensar que tú hayas creído estar ahí para alegrar mi corazón cuando era yo la creía estar alegrando el tuyo. Tanto llamarte boba para acabar siéndolo yo; tanto darte mi amor para quedarme colgada del tuyo; tanto creernos importantes en la vida de la otra para no ser capaces de reconocer que ambas nos aportábamos felicidad tan sólo al mandarnos esos "simples" mensajes....; tanto creer en el amor para volver a darnos cuenta que cada uno vive su vida y que cuando el dar no es algo que nace de nuestro nuestro interior, sino de la necesidad que creemos adivinar en el otro...simplemente, deja de ser amor.
Y ahora sonrío al pensar que dejé de escribir, de dormir, de hacer deporte, de exprimir cada segundo del poco tiempo libre que tengo en mis días para dedicártelo, pensando, al igual que tú, que te vendría bien, que lo necesitabas, que merecía la pena, que estábamos, simplemente, compartiendo lo que somos... Sé, en el fondo de mi ser, que así ha sido y vuelvo a sonreír... es tan maravillosa y rara la vida a veces, que aún me cuesta entender cómo la misma realidad tiene visiones tan diferentes...
Ya lo sabes... y sé que no se te olvidará nunca... Pero también quiero que sepas que tampoco yo olvidaré lo bonito que es que alguien te desee cada mañana que tengas un buen día, que te avise de que ya está en casa, que te espere para poder hablar contigo, que te haga reír por el simple placer de hacerlo. Lo sabes también... yo ya estoy dentro de ti y, como dije al principio, no habrá distancia ni tiempo que puedan cambiarlo.
Y, esto no lo sabes, pero aunque no se haga físico en un mensaje, yo estaré cada día a tu lado a la hora del café, te acompañaré en el coche en tus "quehaceres" diarios, te abriré la puerta al llegar a casa, te haré reír antes de dormir y te mandaré millones de besos cuando vayas a soñar...
Nos vemos en Grecia...
No hay comentarios:
Publicar un comentario