domingo, 5 de mayo de 2013

Felicidades...

Quizás esta noche debería estar escribiéndole a mi madre. Lo he intentado, puedo asegurarlo, pero me resulta imposible. Cada día hay un momento en el que pierdo todo el control sobre mi mente y vuela buscándola desesperadamente, me hace caer a un vacío totalmente falto de respuestas, completamente lleno de preguntas que me hacen perder la cordura, que me recuerdan lo injustas que son ciertas situaciones de la vida, que me alejan de mi yo más positivo y sereno...que me matan...

Debo contaros que en este último año he tenido la suerte de conocer, dentro de estas no casualidades que nos marcan el camino, a varias personas en mi misma situación. A todo el mundo se le acaba muriendo sus padres, pensaréis... Sin embargo, no me refiero a ese tipo de pérdida, sino a la que llega cuando no la esperas. Perder a un ser querido siempre es doloroso, siempre hace que con ellos se vaya una parte de nuestras almas, pero cuando pensamos que "no era su momento" todo se vuelve más duro. Ves envejecer a las personas a las que quieres y vas asimilando poco a poco que algún día dejarán de estar entre nosotros, tu mente va cambiando sus esquemas con el paso de los años. Sus arrugas te avisan, hace que tu cuerpo se tense para recibir el golpe y que tu corazón vaya fabricando ese colchón que amortiguará la caída de su ausencia. Siempre duele, eso es indiscutible. Imaginaros cuando todo esto que debía ocurrir a lo largo de toda tu vida pasa en cuestión de días...de horas, a veces, basta sólo un segundo. 

En un abrir y cerrar de ojos tienes que asimilar que ya no tienes esa mano firme a la que te agarrabas, ya no habrá más abrazos que calmen toda esa tristeza que la vida nos hace vivir en muchas ocasiones, ya no habrá consejos, ni charlas que nos inviten a sonreír juntos...todo se desvanece y tu vida cambia por completo hasta el más mínimo detalle.

Hoy quiero dedicar mis palabras a esos ángeles caídos del Universo que se han colado en mi vida para abrirme los ojos ante una realidad de la que huyo constantemente. Quiero daros las gracias por ser los guías de mi nuevo camino, por decirme la verdad ante algo que todos sabemos que no superaremos jamás, por consolarme con la acertada afirmación de que poco a poco vas entendiendo que ellos no se han ido, que están aquí con nosotros. Aún me cuesta aceptarlo, creerlo, pero con el paso de los días me mostráis que es así, me ayudáis a relajar mi alma para que pueda sentir la de ella y me enseñáis como vosotros conectáis directamente con ellos.

Me gustaría deciros lo orgullosa que me siento de vosotros, ángeles míos, pues sin tener a vuestro padre, a vuestra madre, salís adelante con la fuerza de mil huracanes, haciendo que todo a vuestro paso brille con luz propia, rompiendo los esquemas que me hacen creer que ya nada podrá tener color si ella no regresa. No sabe el mundo que, por muy poca importancia que le demos a estos días, para nosotros es un cúmulo de mensajes que nos recuerdan, no sólo durante un instante, sino durante cada segundo del día, que el mundo entero estará celebrando el día de las personas más importantes de su vida, mientras que a nosotros nos queda el vacío y el simple consuelo de que, tal vez, nos estén mirando desde el cielo.

Todo mi amor es hoy para vosotras, mis amigas del alma, esas a las que tan sólo os ha dado tiempo de rozar mi vida y que, sin embargo, ya sois un todo enorme dentro de ellas. Más de una vez os grito lo injusto que me parece todo. No entiendo, cuando me habláis de la bondad y belleza de vuestros padres, por qué la vida os los ha arrebatado, no entiendo por qué mi madre ya no está aquí. Y las respuestas siempre son las mismas: Lo entendamos o no, ellos nos dieron la vida y, por muy cruel que parezca, su muerte marca un importante antes y después en la nuestra, haciendo que seamos personas más fuertes, con la capacidad de comernos no sólo el mundo, sino el Universo entero. Todo esto nos hace sentirnos capaces de cualquier cosa, nos abre los ojos ante la certeza de que no sabemos cuánto nos va a durar la vida y de que, justo por eso, debemos aprovecharla al máximo. 

No es lo mismo saber todo esto, que sentirlo como nosotros lo sentimos, no es lo mismo gritarlo al mundo como el mejor de los consejos, que hacerlo nuestra forma de vida. Por eso, mis ángeles, mis amigas, mi amores del alma hoy quiero felicitar a vuestros padres por haberos dado la vida, por haberos premiado con ese enorme corazón que ahora ayuda a descansar mis penas para que se levanten siendo grandes sueños y esperanzas para mi vida, por haberme hecho el mejor regalo que puedo tener: vuestro amor en mi vida. 

Pero, además, quiero felicitaros a vosotras, que sois para mí el mejor ejemplo a seguir. Como diría mi hermanita, yo de mayor quiero ser como vosotras, qué digo de mayor, ¡desde ahora mismo! Quiero sentir a mi madre en cada lugar que estoy, en cada cosa que hago. Quiero salir a la calle y alegrarme porque el resto sí que pueda celebrar este día, quiero incluso celebrarlo yo también, quiero estar a vuestro lado y daros la mano como vosotras me la dais a mí, quiero secar vuestras lágrimas y haceros reír en los momentos en los que nada parece que lo pueda conseguir. Quiero ser feliz y aceptar que, como siempre digo, en la vida todo pasa por algo, que lo que no nos mata no hará más fuerte a cada paso y que si hoy tengo que llorar será mañana cuando toque reírnos de todo, ser felices al recordar todas las cosas que compartimos, pues si de algo estoy segura es de que el Universo os ha traído a mi vida por todo esto y, tan sólo por eso ya merece la pena seguir adelante, abriendo los ojos a los nuevos regalos que nos quedan por recibir, al tiempo de esta vida...que nos quede por vivir.

Os quiero, os amo...mi ángeles. ¡¡Felicidades!!

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