Me gusta despertar las
sonrisas de quienes se cruzan por mi camino. Me gusta recordar los momentos en
los que, cuando menos lo espero, alguien me dedica la suya y hace que un
momento de desgana se convierta en un millón de motivos. Me gusta despertar
sonrisas porque tras ellas se esconden los pequeños secretos que nos llenan la
vida...
Me gusta despertar las
sonrisas de los niños que me dedican sus miradas. Me gusta recordar esa forma
tan acertada que tienen para unir cada palabra llenando mi corazón de amor y
mil maneras de entregarlo. Me gusta despertar sonrisas porque su reflejo
siempre nos devuelve el equilibrio con las más bellas lecciones...
Me gusta despertar las
sonrisas de las personas a las que amo. Me gusta recordar lo fácil que resulta
hacerlo cuando dejamos a un lado nuestro instinto protector para dejar ser a
cada uno quien es en realidad. Me gusta despertar sonrisas porque ellas me
devuelven los esfuerzos hechos las mejores recompensas...
Me gusta despertar las
sonrisas de quienes no me regalan la suya. Me gusta recordar cuántas veces
estuvo el buen humor por encima de la ira, la desesperación y el enfado; por
encima del rencor, el dolor y lo que jamás comprenderemos. Me gusta despertar
sonrisas porque, para todo lo que nos queda por experimentar, no habrá mejor compañía
que la de esa media luna que se tumba para permitirnos descansar...
Me gusta despertar las
sonrisas de mi alma en cada minuto que vivo, en cada momento que siento. Me gusta
recordar su capacidad para dar sentido a cada movimiento que el Universo realiza
con sus hilos; para dotar de color al vacío más oscuro, secar con su calor todo
un mar de lágrimas o hacer realidad los sueños que no sabíamos cómo alcanzar.
Me gusta despertar sonrisas porque sin ellas, sencillamente, no habría nada más por lo que mereciese la pena volver a despertar...
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