Hace casi treinta años tuve la suerte de entrar en un fantástico colegio. Allí, como suele pasar, viví muchas de las experiencias más importantes de mi vida. La infancia es lo que más nos marca y, casi sin darnos cuenta, nos da la base para todo lo que seremos en el futuro.
Cuando somos pequeños vemos la realidad de una forma totalmente distinta, bajo mi punto de vista, es la forma más inocente y mágica de ver la vida. Teniendo esto en cuenta y añadiéndole que yo siempre fui muy inocente, es normal que con tan sólo cinco años creyese firmemente todo lo que los maestros nos decían. En este caso quiero recordar a Marisa y su bola de cristal.
Sí, así es, mi maestra nos contaba que teníamos que portarnos muy bien porque ella tenía una bola de cristal en la que podía vernos todo el día. Yo, que era una niña muy responsable, hacía todo de una forma muy cuidadosa esperando que al día siguiente ella me dijese lo bien que lo había hecho todo. No puedo más que partirme de risa al recordarlo...
Es maravilloso ver que como pasa el tiempo y saber que hay cosas que nunca en la vida vamos a olvidar. No sólo a Marisa y su bola de cristal, sino también a Salvador y sus puntos rojos y azules, a Conchi y sus obligadas excursiones a Sevilla... al maestro que perdimos en cuarto y que nos dejó como recuerdo el día de cole más extraño, a Isabel, que vino a sustituirlo y que siempre nos dejaba jugar después de las explicaciones de Sociales... Todos ellos, sin dudarlo nunca, me valoraron y me dieron ese empujón que siempre me ha faltado para creer en mis propias posibilidades.
Hoy, el Universo me hace otro regalo y me lleva a tener uno de los reencuentros más emotivos de los últimos tiempos. Ayer, "casualmente" (sin olvidar que las casualidades no existen) veo a Marisa y, hoy, después de ir a visitarla, sigo creyendo que tiene su bola de cristal. No importa que no pueda hacerme un hueco en el colegio, porque lo que ya ha hecho por mi me ha llenado el corazón hasta hacerme de nuevo llorar de emoción, de alegría, de felicidad.
En tan sólo unos minutos me ha dado la fuerza que a veces me falta para seguir adelante por este camino que sigue siendo cuesta arriba, que tan cansada me hace sentir, que tanta energía me roba... Ya sabemos que alcanzar los sueños requiere mucho esfuerzo y que no debemos rendirnos, pero... unas palabras que te recuerden que puedes, que vales...; un beso sincero, un abrazo o achuchón, como ella lo ha llamado, son el motor que dan sentido a todo lo demás, que hace que la vida merezca la pena.
Ahora, al pasar de los años, puedo ver más allá de la maestra que fue para mi y sentir a la persona que realmente es. Me siento afortunada por tener cerca a gente tan maravillosa como ella, como todos los que últimamente se cruzan a mi paso, que me dan la satisfacción de ser quien soy y el valor para no rendirme nunca.
Hace tiempo que dejé de estar enfadada con la vida, con el mundo, con la sociedad y, desde entonces, cada día descubro que todo eso que me ahogaba no era más que yo misma luchando contra imposibles... En estos momentos, en los que mi alma se abre dejando fluir lo que el Universo quiera regalarme, tan sólo me pasan cosa buenas....¿qué digo? buenas no, ¡maravillosas...!
De nuevo me encuentro ante la problemática de no saber cómo expresar con palabras todos los sentimientos que me invaden. Siento el amor en todas las personas con las que me relaciono y sonrío sin más, desde el fondo de mi corazón, al notar la sinceridad de aquellos que me lo dan sin esperar nada más a cambio.
Doy gracias al Universo por este reencuentro, por los bellos recuerdos que me ha traído y por demostrarme que mi paso por mi trabajo actual, aunque no sea el soñado, es lo mejor que me ha podido pasar, pues ha estado, está y sé que seguirá estando cargado de momentos tan emocionantes y felices como el de ayer.
Os quiero mucho, ya lo sabéis... Me hacéis feliz, muy feliz.
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