miércoles, 11 de abril de 2012

SER QUIEN SOY

   Le resultó imposible dormir en toda la noche, tenía un fuerte dolor de cabeza y la sensación de que algo se le había desencajado dentro de la misma. A las seis de la mañana su desesperación por no poder descansar la hizo salir de la cama. Bajó al salón y se preparó un café. Sentía frío. Abrió la cortina y supo que el día acompañaría esa sensación de tormenta que tenía en su interior. Así fue, cuando quiso ver amanecer unas enormes nubes tapaban el sol, lo único que podía haber iluminado aquel caótico día.
No pudo resistir la tentación de mirar el correo. No sabía qué era lo que le estaba pasando, pero sin saber porqué tenía el impulso constante de comprobar si ella le había mandado algún mensaje. 

En sus olas de pensamientos se quedó colgada en uno de esos temas que preparaba para sus alumnos de la academia, concretamente el del aprendizaje. A través de él debía hacer entender a aquellos a los que preparaba para ser grandes profesores, cómo funciona el cerebro a la hora de aprender nuevos conocimientos. Había algo que era básico y que le había enseñado Piaget: «tenemos unos esquemas que se forman en base a nuestras experiencias; a partir de ahí, se trata de ir añadiendo y modificando poco a poco los mismos con las nuevas vivencias, con los nuevos aprendizajes. Cuando nos enfrentamos a conceptos nuevos se produce un "desequilibrio" en nuestra mente, que poco a poco, y una vez que los añadimos a uno de nuestros esquemas de pensamiento ya existentes, nos lleva de nuevo a la situación de "equilibrio"- así de sencillo le resultaba explicarlo». Sin embargo, nunca antes Rebeca había sido tan consciente de este proceso. «Diós ¿qué me está pasando? Siento como si el cerebro se me moviese, ¿me estoy volviendo loca?».

Sobre las doce de la mañana y tras haberse levantado y acostado cientos de veces, decidió que ya era una hora prudencial para llamar a su amiga, necesitaba que alguien le ayudase a entender lo que le estaba ocurriendo.

     - Hola.
     - Hola María, ¿te cojo en buen momento?
     - Sí ¿qué te ocurre? Te noto la voz algo triste.
     - No lo sé.
     - Pues si no lo sabes tú...
    - María, ¿recuerdas lo que estudiamos en la facultad sobre la formación de esquemas mentales?
     - Sí ¿qué pasa con eso?- le dijo entre risas.
     - Creo que mi cerebro se está moviendo y no puedo pararlo.
     - No entiendo lo que dices, lo siento Rebeca- le dijo mientras se reía más aún.
     - A ver, esto va en serio María, te cuento. 
     - Venga vale, te escucho- le dijo dándole más seriedad a su tono de voz.
   - El viernes estuve hablando por internet con una de mis alumnas de la academia. Ya sabes como soy. Estuve interesándome por cómo le van los estudios. Es de las alumnas que creo que este año puede sacar plaza y, como su preparadora, me veo en la obligación de apoyarla y darle ánimos.
     - Sí, ya sé la importancia que le das a eso. Pero, ¿que te ha pasado?
   - Bueno, creo que esta vez he metido la pata con tanto interesarme por estas cosas, porque...-dudó antes de seguir-...resulta que esta chavala acabó dándome a mi una larga charla. 
      - Una charla sobre qué.
      - Sobre la química. 
      - ¿Sobre la química?- le preguntó extrañada.
     - Espera que te lo cuento. Me dijo que el primer día de clase le pasó algo que para ella fue nuevo y diferente- paró para tomar aire y continuó-. Ella, que por cierto se llama Sira, estaba apoyada en la ventana del pasillo mirando hacia la calle y, de repente, sintió un escalofrío por todo su cuerpo. Al girarse vio pasar a una chica. Sólo pudo fijarse en su ropa, pues ya estaba de espaldas cuando la miró.
     - Y ¿quién era?
    - Eso mismo le pregunté yo, pero espera. Me contó que no quiso darle mayor importancia y de nuevo se volvió y siguió mirando hacia la calle. Al rato le ocurrió lo mismo. Esta vez, al mirar atrás vio como la chica entraba en su clase, llevando un folio en la mano, por lo que pensó que tal vez sería la secretaria con el listado de alumnos.
     - Vaya, y ¿qué pasó?- le preguntó intrigada.
    - Pues nada, en ese momento decide que no le va a dar importancia porque no quería desviarse de su propósito de este año: aprobar la oposiciones. Así que decide pasar de aquellas sensaciones. Cuando entra en el aula ve que la chica en cuestión está sentada en la mesa del profesor y, según sus palabras: por poco le da algo malo.
     - ¿Por qué?
     - ¡Porque era yo, María! ¡Era yo! ¡Su preparadora!
     - ¡Ostias! ¡Qué fuerte! ¿Se ha colado por ti?
     -  Ella dice que es química. Además, como te he dicho, luego me explicó lo que ella opina sobre eso.
     - ¿Y qué es lo que opnia?
     - Bueno, según su teoría, lo que le pasó a su cuerpo fue una reacción química al estar cerca del mío, por tanto, esto es algo distinto al amor o al deseo, es pura energía, la mezcla de todas las sensaciones, porque como te he dicho ella ni siquiera me vio cuando yo pasé, simplemente me sintió.
     - Estoy alucinando.
     - Pues imagina yo. Y eso no es todo. Afirma, que al ser así, y por esa regla de tres, yo también tenía que haber sentido algo, pues, según sus palabras, «la reacción química siempre se da entre dos elementos y, en este caso, entre dos cuerpos». Me preguntó si yo no había sentido nada extraño o diferente en estos meses al hablar con ella.
     - ¿Y qué le dijiste?
     - Le dije que no, pero...
     - ¿Pero?
     - ¡¿Pero qué iba a decirle?! ¡Es una mujer, por el amor de Dios!
     - A ver. Tranqulizate, por favor.
    - María, ese día yo no sentí nada. Era el primer día de clase y yo tenía otras preocupaciones. Sin embargo, hace tan solo una semana coincidimos en el descanso y estuvimos hablando. Ella tenía que hacer una exposición en la hora siguiente y le pregunté que tal la llevaba. Después de eso empezamos a hablar de una cosa y de otra.
     - ¿De qué concretamente?
    - No sé, de nada especial. Yo le contaba lo mucho que me gusta mi trabajo, las ganas que tenía de que acabaran las vacaciones de Semana Santa para seguir dando clases en el instituto y la academia, y ella intentaba convencerme de que hay cosas mucho más emocionantes que hacer en la vida que trabajar.
    - ¡Qué bueno!- le dijo entre risas-. A tí no hay quien pueda convencerte de eso, tu trabajo es tu vida.
   - La cuestión es que a pesar de pensar así, me dijo que estaba aprendiendo mucho con mis clases y que le encantaría poder conseguir esa plaza y trabajar como prefesora en algún centro de secundaria.
    - Bueno, eso está bien.
     - Sí, pero...
     - ¿Otro “pero”? Qué miedo me das... ¿qué pasa?
    - Que cuando me hablaba, ponía mucha pasión en lo que decía y en cierto momento sentí algo que subía desde mi estómago y me dejaba casi sin respiración. En aquellos momentos no le di importancia y pensé que sería por lo que decía, porque me hizo recordar mis tiempos de opositora y que mis ilusiones habían sido las mismas hacía no muchos años.
     - ¿Y no era por eso?
   - Ahora ya no lo sé. Nunca había sentido nada igual y conozco a gente muy entregada a sus oposiones, al sueño de ser profesor, que ponen incluso mucha más pasión y sentimiento al trabajo que hacemos...no sé, no sé, no sé qué me pasa...- dijo mientras se hacía el vacío.
     - Rebeca, ¿es que te gusta esa chica?
    - ¿Cómo me va a gustar una mujer? Solo puedo decirte que el viernes cuando me contó todo eso pude haberle cortado la conversacion y no lo hice, quería seguir escuchando lo que me decía porque sus palabras me hacían sentir bien. A través del chat no podía ver su cara y era como si fuese un hombre quien me estaba, de alguna manera, "tirando los tejos". No me ofendió, sino que me gustó.
    - Ay, Dios mio...- le dijo María que se había quedado totalmente atónita.
   - Eso mismo me repito yo a cada segundo, pero lo peor es que al día siguiente me mandó un correo pidiéndome disculpas por su osadia al decirme todo esto.  Me prometió que no me molestaría y que el viernes siguiente en clase actuaría como si no hubiésemos hablado. No quería que me sintiese incómoda. Sin embargo, yo no he podido evitar conectarme estos dos días para ver si coincidíamos de nuevo en el chat.
    - Y ¿habéis coincidido?
    - No, al parecer está cumpliendo su promesa. 
   - Rebeca, las dos sabemos que tus relaciones con los hombres nunca han sido duraderas y, aunque siempre dices que es porque prefieres dedicar tu tiempo al trabajo, tal vez, sea al revés, y dediques todo tu tiempo a trabajar porque no hay nada en tu vida que te motive o te emocione más. Quizás te has dejado llevar por lo que la sociedad considera "normal" y eso ha hecho que nunca te planteases tener una relación con una mujer. La verdad es que tampoco yo sé que decirte, ya sabes que estos temas para mi son difíciles de entender. Mi hermana lleva años con su novia y yo aún no sé si lo he asimilado del todo- se quedó callada y de repente gritó- ¡eso es, mi hermana!.
     - ¿Tu hermana?
   - Si, tú la conoces, y creo que deberías hablar con ella, quizás te pueda aconsejar en algo.
     - Ainsss....-suspiró- está bien dame su número de teléfono.
    La larga conversación que mantuvo con su amiga María se quedó en nada en comparación con la que mantuvo con Irene, su hermana, y también con Lucía, su pareja, que antes de estar con Irene, tampoco había estado antes con ninguna mujer.

- Lo estoy pasando mal porque no puedo quitármela de la cabeza, porque no puedo parar de mirar la foto que tengo en su ficha de la academia para recordarme que es una mujer,  porque tengo todas sus palabras dando vueltas en mi mente, porque me ha hecho sentir sólo con ellas lo que ningún hombre antes, porque sé que tengo que verla el viernes y no quiero que note que me encuentro en este mar de dudas, por millones de cosas...
- Para Rebeca, por favor. Tienes que centrarte y dejar de agobiarte. Mira, si no te interesase lo más mínimo ni siquiera te plantearías todo eso que nos estás contando, ¿de acuerdo?
- Sí, pero, si decido seguir adelante y me encuentro en la situación de quiera que hagamos el amor ¿qué hago? Yo no sé, me quedaría quieta seguro.
- A ver, no te precipites, lo primero es que la tengas delante. Internet hace que las cosas sean muy subjetivas. Lo mismo cuando la tengas cerca y la mires no te apetezca en absoluto besarla ni hacer otra cosa que no sea hablar. Creo que estaría bien que quedáseis fuera de la academia y si ella es tan especial como cuentas y, además, está respetando su promesa de no agobiarte con el tema, seguro que no quiere verte únicamente para llevarte a la cama. Te dejará que te vayas adaptando a la situación.
- Está bien. Voy a esperar al viernes y, en función de lo que sienta cuando la vea, le propongo que nos veamos otro día fuera.
El viernes llegó antes de lo que a Rebeca le hubiese gustado. Desde que salió de su casa iba pidiéndole a Dios que Sira no fuese ese día a la academia. Al llegar se paró en la secretaría y se sentó allí a conversar con una compañera mientras veía pasar a sus alumnos a la clase. Una de las veces que levantó la mirada, allí estaba, «es ella, ha venido- pensó», las piernas empezaron a temblarle y tras ellas todo el cuerpo. No podía entender porqué le ocurría eso, pues nunca antes un hombre la había hecho estar tan nerviosa.

Antes de entrar en el aula cogió aire y se dispuso a llevar a cabo todo lo que había preparado. Normalmente hacía un esquema de su clase con los puntos que quería tratar, pero para aquel día había planificado todos y cada uno de los segundos de las cinco horas que iba a estar frente a ella. Tanto fue así que incluso se buscó algo que hacer durante los treinta minutos del descanso por si a Sira le daba por quedarse deambulando por los alrededores de la clase como solía hacer.

Los primeros quince minutos puso un vídeo y se situó al fondo de la clase. Desde allí podía observarla. «Es ella, es una mujer la que me dijo todas esas cosas que tanto me gustaron. La miro, la veo y...no puedo decir que me eche para atrás ¿qué me pasa?¿qué es esto?- se repetía». Tras el vídeo, soltó todo lo que se había encargado de memorizar, evitando mirarla en todo momento.

Cuando acabó la clase no pudo más que recoger su carpeta y su ordenador a toda prisa y salir disparada hacia fuera. Cuando iba a montarse en el coche, Sira pasó al volante del suyo y le dedicó su mejor sonrisa. Sus piernas se tambalearon.

Al día siguiente, tras otra noche más de insomnio, se dio cuenta de que no podía seguir alargando más aquella situación y decidió escribirle un correo expresándole su deseo de poder verla para tomar algo juntas. Lógicamente, Sira aceptó encantada y, además, le dijo que no se preocupara por el hecho de quedar, pues eso no debía significar que pasara algo más entre ellas.

Cuando Rebeca se estaba preparando para salir empezó a notar que su mente y su cuerpo empezaban a relajarse. Su cerebro parecía haber aceptado al fin que la persona que estaba llamando su atención era del sexo femenino. Aún le quedaban muchas puertas que cruzar antes de llegar a estar al lado de Sira, sin embargo, había algo dentro de ella que le decía que tan sólo debía dejarse llevar por el que parecía ser el camino correcto.
La cena le resultó de lo más apacible. Estuvieron compartiendo ideas, pensamientos y experiencias, sobre todo relacionadas con el tema que las había unido: la enseñanza. Rebeca fue sintiéndose cada vez más segura de que había hecho bien al quedar con Sira, sin embargo, ahora comenzaba a dudar sobre qué debía hacer para dar el siguiente paso: quería besarla.

Después de cenar se fueron a tomar una copa y ambas aprovecharon la fuerte música para estar cada vez más cerca. Cada vez que Sira se acercaba a su oído para contarle algo, a Rebeca se le subía un escalofrío que esta vez comenzaba algo más abajo del estómago. 

- ¿Por qué me dijiste que a pesar de gustarte los hombres tienes tu elección clara hacia las mujeres?. No entiendo que a una mujer lesbiana le pueda atraer un hombre- le dijo sin más. Aquello era nuevo para ella y las dudas que le asaltaban eran constantes. Quería saber más.
       - Mira Rebeca, si tengo que ponerme una etiqueta, cosa que no me gusta, me pongo la de lesbiana, porque es con una mujer con quien siento el amor, con quien me divierto y con quien quiero compartir mi vida. Pero, no puedo decirte, como le ocurre a otras mujeres, que sienta rechazo por los hombres. El sexo con ellos no me ha ido mal, e incluso tengo grandes amigos, pero hay cosas que un hombre nunca podrá darme y que yo necesito en mi vida.
- ¿Qué tipo de cosas?- le preguntó extrañada.
- Lo principal es que somos diferentes en la forma de pensar. Ellos le dan importancia a ciertas cosas y nosotras a otras y eso ha hecho que con mis novios no me sintiese comprendida en muchos aspectos y no pudiese compartir con ellos cosas que para mi son importantes. 
- Vaya, es comprensible. Algo así es lo que me pasaba a mi con mis parejas. Sentía que por mucho que se los explicase no llegaban a comprender mis sentimientos, mis necesidades y, tal vez, yo tampoco las suyas.
- Pero lo mejor, Rebeca, lo más maravilloso de estar con una mujer, es su tacto.
- ¿Su tacto?
- Sí, su tacto. Las manos son más pequeñas y encajan mejor con las de otra mujer- le dijo mientras cogía las suyas y las entrelazaba con sus dedos. - Los labios son blanditos, y la lengua es muy suave y blandita también. Cuando besas a una mujer hay un intercambio de sensaciones tan fuertes que el corazón parece que se te va a salir del pecho. Y no te puedo ni describir la mágica sensación de tener su suave piel rozándose con la tuya. Si has estado antes con un hombre todo esto se engrandece mucho más, porque tus sentidos no pueden más que compararlo todo el tiempo, hasta que se acostumbran cómodamente a esas dulces sensaciones de las que ya nunca te quieres desprender.
- ¡Buf! Dicho así parece como si al estar con una mujer nunca más puedas volver a estar con un hombre.
- Cada persona es un mundo Rebeca. Solo puedo decirte que ahora que vuelvo la vista atrás, era evidente, desde pequeña, que yo era diferente, que mis intereses eran distintos a los del resto de mis amigas, y ahora, sólo sé que si el Universo me ha dado la oportunidad de sentir las emociones más gratificantes de mi existencia al lado de una mujer, estoy dispuesta a lo que sea por seguir haciéndolo toda mi vida.
- Me gusta orite hablar así, Sira.
- Y a mi me gusta que te guste.

Las dos se quedaron mirando y, de nuevo, ese intercambio de energía empezó a fluir por sus cuerpos. Sira, que había estado conteniendo el impulso de besarla desde que la vio llegar, ya no pudo aguantarse más. Se acercó muy lentamente a ella, le acarició la cara y posó sus labios sobre los de Rebeca. En ese momento pudo sentir como ésta cogía fuertemente aire por la nariz para ir soltándolo mientras separaba suavemente sus labios esperando impaciente poder sentir la lengua de Sira.

Aquellos segundos fueron para Rebeca los más intensos y agradables que jamás había sentido. Por su cuerpo, el cúmulo de sensaciones la estaba desbordando y, en su mente un único pensamiento: «Llevaba toda mi vida esperando este momento. Ahora estoy preparada para ser quien soy en realidad».

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas Destacadas