sábado, 25 de enero de 2014

Almas gemelas III

    Tras la desolación que, en demasiadas ocasiones, me provoca no comprender al ser humano, ahora vuelvo a ver el bosque sin que los árboles me cieguen. Sigo esperando que todos comprendan lo que yo ya aprendí, pero vuelvo a darme cuenta de que la edad física no es ni por asomo la edad de nuestras almas. 

    Cuántas vidas deben vivirse para llegar a entender que la vida no es más de lo que vemos, para hacernos conscientes de que tergiversar la realidad no nos conduce a nada. No lo sé, pero me alegro de haber vivido todas las que viví, me alegro de poder mirar a mi alrededor con la certeza que mueve a mi corazón. 

    Duele la impotencia de no poder hacérselo ver a los demás, cayendo mis lágrimas ante esa pena que tan sólo es del alma; pero me curan las sonrisas que me cuentan que el tiempo les enseñará lo que ahora yo no puedo explicarles, igual que yo aprenderé todo lo que aún no sé. 

    Almas que vuelan por la Tierra siendo todos y ninguno, sintiendo el odio y el amor, la desesperación y la esperanza, siendo buenas personas y siendo las más malas, siendo compasivos y destructivos, siendo amorosos y totalmente odiosos. Todos, antes o después, acabamos siendo todo eso que hoy no queremos, todo lo que soñamos ser. Nadie está a salvo de encontrarse a ambos lados de la orilla, en todos las formas en que se puede dar la vida. Ese es nuestro destino. 

    Me planto en el momento en el que sé que un alma no puede seguir a la mía, en el que su engaño quiere atrapar al mío. Y hoy seguiré dando todo mi amor a quien lo quiera, toda mi sinceridad a quien tenga su ego con los pies en el suelo, a quien no crea ser el centro de mi vida, sino tan sólo una parte más de ella. Hoy seguiré siendo sincera con los demás y conmigo misma, sin creer que puedo conseguir la amistad de quien no sabe lo que es una amigo, sin sentir nunca más que mis letras confunden al mundo y creyendo que, por el contrario, consigo abrir otros corazones. Hoy seguiré siendo yo y cada cual que siga siendo quien cree ser. 

    Nos veremos a las puertas de cielo y será allí donde sin necesidad de pedir perdón muchos me diréis: Tenías razón.

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