viernes, 29 de marzo de 2013

Siento luego vivo.

   Cada día una nueva aventura que nos lleva a perdernos entre la espesura de este bosques que, en demasiadas ocasiones, parece ser la vida. Al abrirnos paso cuidadosamente entre la senda que recorremos cientos de gotas limpian las dudas que no logramos disipar. 

   Creemos equivocadamente que será el tiempo el que nos haga ver de nuevo el sol, el que nos aporte la claridad que necesitamos para ver nuestro alrededor sin las nubes que nos tapan la única realidad que existe, la única respuesta que marca el principio de un nuevo camino, de nuevos de sueños que nos ayuden a volar.

   El tiempo es tan sólo un aliado más con el que siempre contamos, que nos ayuda a dar esos pasos que serán los que nos den los motivos, los porqués de todo lo que ahora no consigue tener ni el más mínimo sentido dentro de nuestros días. Será a través de esos pasos como hallaremos lo más importante: la distancia necesaria para ver, para observar desde la perspectiva correcta todo lo que en estos momentos está tan cerca que es imposible de mirar, de saber qué es en realidad. 

    Distanciarse no significa olvidar. Se trata simplemente de alejarnos de toda esa nube de emociones, de sentimientos que enredados en nuestra alma no la dejan volar libremente, no la dejan ser y sentir lo bello del momento presente, que se nos antoja incluso cruel, que nos llena de sinsabores y despierta nuestra impotencia ante una desgarradora situación que nos asusta, que no controlamos, que nos hacer perder el rumbo.

   No sé por qué el Universo hace tan sencillo lo complicado, ni por qué complica aquello que debería ser tan sencillo, pero sí sé que a través de este espacio que poco a poco empezará a crecer podremos siempre encontrar el motivo de su recorrido por nuestras vida, de sus señales en nuestra piel, de sus pasos por el salón... 

    Al pasar de los días las direcciones opuestas de nuestras vidas nos permitirán saber por qué estuviste, por qué tuviste que marcharte; nos dejarán saber por qué te colaste en cada rincón de nuestras almas llenándolas de luz para, en un abrir y cerrar de ojos, volver a dejarla a oscuras; sabremos por qué decidiste revivirnos el corazón, convertirlo en una dulce nube de algodón, para más tarde dejar que otra vez se helara ante tus sinsentidos; sabremos, vida mía, por qué nos quitas el aire sin ninguna intención de devolverlo, por qué nos alientas para cruzar las barreras que desde hace años sabemos cerradas, por qué las sonrisas siempre acaban en llanto, por qué el amor nunca escapará al desamor, por qué la vida no tiene sentido si no existe la muerte.

    Dejemos las preguntas para el momento en el que tengan respuestas, dejemos el dolor para cuando sea necesario sufrir, dejemos nuestra alma derrotada descansar en una nube de esperanza; demos a la vida sólo lo necesario, lo justo para vivir. Qué puede haber mejor que escribir, que sentir, que no olvidarme nunca de quién fui, quién soy y quién no dejaré nunca más de ser. Qué quieres hacer tú...

    No hay ángeles que puedan demostrarnos que la vida es distinta a como pensamos, que puedan pintar de colores todo aquello que debe seguir siendo gris, que debe quedarse en la penumbra de un sueño que ya no tiene ningún sentido, que nos roba la vida en su existencia, que nos quita la calma en su proceso. No hay consuelo para lo que no tuvo que ser ni será, pero, aún así, siempre lo encontraremos en todos aquellos que nos quieren de verdad. Vivir, tan sólo vivir enamorados de lo auténtico, de lo que podemos tocar; soñar, tan sólo soñar para evitar la nostalgia de todo aquello que jamás regresará.

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