Cuántas veces hemos
oído, y cuántas más hemos repetido, esa frase de..."hoy tengo un mal
día". Seguramente más de las que nos gustaría. Son esos días en los que
todo se vuelve pesado, gris, absurdo; días en los que nada más abrir los ojos
nos sentimos cansados, sin ganas de hacer todo lo que debemos, lo que ayer
deseábamos, que incluso nos hacía felices y nos llenaba de sonrisas lo que, en
ese preciso momento, se convierte en un mar de lágrimas. No hay mejor
definición, es sencillamente, "un mal día".
Se suele decir que es
preciso cambiar estas emociones negativas por otras positivas, que no podemos
encerrarnos en esa sensación que parece apoderarse de nuestras ganas de vivir,
de nuestros sueños y esperanzas, de todo lo que normalmente da sentido a nuestras
vidas. Pero debo reconocer que, a veces, ni siquiera la persona más positiva
del mundo puede cambiar esa desagradable sensación que nos invade.
No hay que alarmarse.
Ya sabemos que no existe el ying sin el yang, que no podemos saber qué es la
felicidad si no hemos sentido nunca la tristeza; no es posible valorar todo lo
bueno que nos rodea si no nos hacemos conscientes de cómo sería nuestra vida
sin tenerlo. Por tanto, no sólo es lógico, sino, sobre todo, necesario que
existan días en los que el sol se niegue a salir, en los que sean las nubes las
que nos permitan pararnos, frenar; no está mal quedarse de vez en cuando en
casa, sentarnos, pensar o dejar de hacerlo, sentir otras emociones y llegar a
darnos cuenta de que debemos vaciarnos de todo para volver a llenarnos de lo
que realmente importa.
Hay días que son muy
duros, que sólo nos recuerdan lo que perdimos, que nos hablan de nuestros
errores, de los defectos de los demás, de los nuestros, de las cosas que aún no
conseguimos, de los amores que perdimos, de los sueños que cayeron, de las
personas a las que extrañamos, de los lugares a los que no hemos podido llegar
por mucho que hayamos caminado. Sin embargo, no son días malos de verdad, sino
todo lo contrario. Son los días más importantes de nuestras vidas, pues detrás
de ellos siguen estando todas las cosas que ayer el sol iluminó, siguen
existiendo nuevos sueños, intensas aventuras por vivir y miles de motivos para
seguir.
El Universo mueve sus
hilos y busca la forma de hacernos valorar lo que el día a día no nos permite
ver, lo que los rayos de sol ciegan con su luz, lo que nos lleva a perdernos en
una rutina que no acaba finalmente por traernos mejores sensaciones. Son esos
momentos en los que aprendemos mucho más de la vida, en los que vemos lo importante
que es el sol para agrandar nuestras sonrisas, lo maravillosas que son esas
personas que hoy no están a nuestro lado por miedo a que la lluvia les moje, lo
sensacional que es tener la fuerza y la energía necesaria para luchar a cada
segundo por todo aquello que nos mueve el alma, que nos inunda de ilusiones el
corazón.
Deseo días nublados
para todos, pues todos merecemos seguir aprendiendo y valorando lo mágica y
maravillosa que es la vida cuando el sol nos ilumina el camino. Para días
nublados...sueños de colores...
(Artículo del Periódico Digital "El castillo de San Fernando", Sección Los hilos del Universo)
(Artículo del Periódico Digital "El castillo de San Fernando", Sección Los hilos del Universo)
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