Hace unos días conocí a
un ángel. Estamos rodeados de ellos, muchos de nosotros lo somos para otros sin
ni siquiera saberlo. Nuestra conversación no duró más de quince minutos, pero
me dio más lecciones que muchas de las personas que llevan toda la vida junto a
mí. Trato tan sólo de resaltar la importancia que puede llegar a tener un
desconocido en nuestro camino.
Durante ese tiempo este
apuesto hombre me resumió sus últimos diez años de existencia. Me narró todas
las aventuras y, sobre todo, desventuras que había vivido. Me impresionaban
tanto sus vivencias y la dureza de todas ellas que se me estremecía el corazón
en cada palabra. Sin embargo, no fue esto lo que me hizo llorar, lo que puso en
pie cada vello de mi cuerpo; fue el gesto de su cara, esa mirada limpia, su
enorme y reluciente sonrisa mientras contaba cómo al llegar a su, tan deseada,
meta le hacían borrar de un plumazo todo lo que tanto esfuerzo le había costado
conseguir.
Pasó de ser alguien a
ser un número más. Pero allí estaba; no recuerdo que nadie me hubiese
transmitido antes tanta fuerza y entereza. "Volveré a conseguirlo, aunque
tenga que empezar de cero". Sé que lo hará, que no habrá nada que pueda
frenarlo, pues sus ojos tenían la convicción que a muchos nos falta para creer
que somos capaces de todo lo que nos propongamos, de todo a lo que seamos
capaces de dedicar toda nuestra pasión.
Es un ángel, no sólo
porque sea valiente, no sólo porque lo vea rodeado de luz, ni porque llegase
incluso a verle las alas... Es un ángel porque durante esos minutos fue capaz
de hacerme vivir y sentir su vida, de notar en mi alma el dolor que había
sentido, pero, sobre todo, de emocionarme con la energía que desprendía cada
poro de su ser cuando aseguraba que alcanzaría su sueño de poder vivir como
deseaba, de poder hacer lo que quería, de seguir siendo feliz pero estando en
el lugar en el que le correspondía.
Es un ángel porque me recordó que no debemos
sentarnos a esperar que los sueños se hagan cada día más grandes, sino que es
necesario que seguir emocionándonos así y, para eso, debemos escuchar con
paciencia todo aquello que tengan que decirnos, todo lo que no se atrevan a
contarnos. En cada persona que nos cruzamos hay algo que nos da un motivo más
para seguir, para cambiar de opinión o para reforzar todas las que tomamos. En
cada mirada hay un sentimiento, en cada palabra una clave, en cada sonrisa una
razón. Hasta las conversaciones más banales tienen un trasfondo que tiene mucho
que decir del interior de la persona que nos habla; incluso los gestos más
desagradables tienen lecciones que darnos, mensajes que transmitirnos. Todo a
nuestro alrededor es un paso más en nuestro aprendizaje. Hay miles de ángeles,
miles de personas llenas de magia que nos guían los pasos; están ahí aunque no
siempre los veamos por este camino que el Universo mueve a través de sus hilos;
hilos que no son más que todos y cada uno de nuestros deseos más
profundos...aquellos por los que cada día merece la pena seguir viviendo.
Sí, era un ángel...
(Artículo del Periódico Digital "El castillo de San Fernando", Sección Los hilos del Universo)
(Artículo del Periódico Digital "El castillo de San Fernando", Sección Los hilos del Universo)
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