Escuché en una película
una frase que me dejó pensando. Un hombre le decía a su hijo ante su sueño de
ser escritor: "Ser un adulto supone aceptar nuestras limitaciones por
mucho que nos duela". Se me desgarró el alma al ver la cara de ese joven.
No se trata sólo de la
decepción que debe suponer que nuestros seres queridos no crean en nuestros
sueños, sino además, el peso que seguir ese consejo puede tener para nuestras
vidas. Le estaba pidiendo la resignación, el abandono de su sueño invitándole,
al mismo tiempo, a buscar un empleo más "seguro", que le permitiese
tener "estabilidad" y le diese su "lugar" en la vida.
Entrecomillo esas palabras por la relatividad de que sean compatibles con lo
que cada persona lleva en su interior, de lo que nos hace ser quienes somos, de
aquello para lo que realmente nacimos.
Quién puede afirmar que
un empleo pueda ser seguro; seguro de qué y para qué. ¿Seguro de hacernos
felices? ¿Seguro que será para siempre? ¿Seguro que nos queremos dedicar toda
la vida a eso? Que sea estable. ¿De qué tipo de estabilidad estamos hablando?
¿Ser estable económicamente o estable emocionalmente? Y, por supuesto, que nos
otorgue un lugar en la sociedad que nos envuelve. ¿Quién tiene el poder para
decidir dónde deseamos estar? ¿No es en medio de nuestros sueños cumplidos
donde estaríamos más a gusto?
Trabajo cada día con
decenas de niños y puedo afirmar que son los seres más libres y felices del
mundo. Compruebo, sin embargo, cómo estas características empiezan a volverse
contrarias conformes vamos avanzando en sus edades. Planteo juegos a los de
doce años que asumen sin más, divirtiéndose en su realización y acatando las
reglas impuestas; sin embargo, es increíble ver cómo los más pequeños, los que
están entre tres y cinco años, crean tantas variantes del mismo como ideas les
permite tener su mente. Son ideas tan grandes que no caben en sus cuerpos, tan
irreales como posibles, tan descabelladas como brillantes, tan maduras...que un
adulto ciego y limitado no podría tenerlas jamás.
No propongo marcarnos
una meta sin tener que recorrer antes el camino; tal vez sea necesario trabajar
antes desempeñando tareas que no nos motivan. Lo importante es sentir la fuerza
que nos empuja a hacerlo, que no es más que la de llegar hasta donde nos hemos
propuesto. Tuve que ser camarera para aprender a abrirme a los demás, para
perder mi fobia al mundo, para conocer a cientos de ángeles que me ayudaron a
alcanzar mi sueño. Soy maestra porque mis alumnos me enseñan cada día la
importancia de la vida, la magia de sentir que no hay mayor problema que el de
decidir sentirnos bien con todo lo que hacemos.
La vida me inspira y
ellos me recuerdan que debo seguir soñando a cada paso, que nuestra existencia
tiene más sentido cuando somos jóvenes, cuando aún creemos que todo es posible,
cuando no nos rendimos ante nada y nos sentimos capaces de todo. Todos podemos
vivir envueltos en las sonrisas que contienen cada día; pararnos para descansar
cuando estemos exhaustos sin que eso suponga una rendición; no dejarnos llevar
por las palabras de aquellos que no tuvieron valor, que ahora sienten que la
vida es tan sólo aceptar lo que les "ha tocado". Podemos tener la
certeza de que el Universo sólo mueve sus hilos a nuestro favor. Seamos siempre
felices, seamos eternamente niños, seamos quienes queremos ser.
(Artículo del Periódico Digital "El castillo de San Fernando", Sección Los hilos del Universo)
(Artículo del Periódico Digital "El castillo de San Fernando", Sección Los hilos del Universo)
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