Llevo unos días con la
misma palabra en la cabeza. No sé si será ese el motivo de que se me repita en
la boca de otras personas, o si son esas personas las que hacen que retumbe en
mi interior. La "empatía"...una palabra cada vez más usada,
pero...¿también un sentimiento cada vez más extendido? No es más triste que
haya algunos que no sepan lo que significa que el hecho de que existan otros
que ni siquiera hayan experimentado lo que es.
La Real Academia
Española la define como la "identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado
de ánimo de otro". Qué bonito suena...pero qué capacidad de apertura tan
grande debemos poseer, tanto en la mente como en el alma, para llegar a
llevarla a cabo. El mundo entero sería diferente si fuésemos capaces de
ponernos en el lugar del resto.
Es preciso que empecemos por los
que tenemos cerca. Esto puede ayudarnos a expandir esta empatía al mundo entero
y así, conseguir hacer de este caos que nos envuelve un sentimiento mucho más
apacible para aquellos que se encuentran en situaciones menos favorecidas que
las nuestras, para, por qué no, hacer de nuestros malos momentos algo pasajero
y con una solución mucho más sencilla.
Conozco el motivo de que gran parte
del mundo se niegue a ser empático con el resto. La empatía, en la mayor parte
de los casos, es dolorosa y...¿por qué sufrir por los problemas de los demás si
nosotros ya tenemos los nuestros? La respuesta es sencilla. Si ayudamos a los
demás en sus dificultades, los demás se encontrarán mejor para tendernos sus
manos cuando seamos nosotros los que estemos en apuros. Y, además, ¿hay algo
más satisfactorio que ayudar a los demás? Os invito a probarlo.
Ya lo sabéis, una sola persona no
podrá arreglar los males de todo un planeta, pero con cada uno de nuestros
granitos de arena podremos levantar enormes playas de tranquilidad en la que
muchos puedan tumbarse a descansar, a desahogarse, a simplemente, respirar...
Normalmente, los hilos del Universo
se mueven y aprendemos esto a fuerza de mucho dolor, de cientos de desplantes,
abusos emocionales y acciones despectivas hacia nuestra persona, pero, más
tarde o más temprano, todo acaba por cobrar sentido y, con el tiempo, acabamos
por sentirnos agradecidos por estos hechos, pues ahora nos basta mirar a los
ojos de la otra persona para saber cuándo se siente feliz, cuándo llorar por
dentro, o cuándo un guiño, una sonrisa o un abrazo puede hacer cambiar toda su
realidad. No se trata de hacer nuestros sus problemas, sino de ser capaces de
saber hasta qué punto pueden estar sufriendo, pueden necesitar algo más que una
mirada que pasa como si nada a su alrededor tuviese ninguna razón de ser.
Soy libre porque siento la pena del
que no tiene nada, asumo el dolor del que pierde a alguien, entiendo el caos de
quien no sabe cómo actuar, adquiero el papel del que trata mal a los demás.
Todo tiene un porqué, toda infancia nos marca, todo crecimiento puede llegar a
ser una marcha atrás que necesita de nuestras buenas intenciones para seguir
adelante. No somos mejores que los que hacen mal las cosas, tal vez sólo
tuvimos la suerte de tener a alguien que nos enseñó cómo hacerlo; no somos más
inteligentes que el que no sabe leer, simplemente hemos tenido la posibilidad
de aprender a hacerlo; no somos más simpáticos y agradables que el que hace
reír a todo el mundo, quizás nos pasamos nuestra vida luchando por sobrevivir y
no nos dieron la ocasión de divertirnos hasta ese punto...
Qué sabemos de los demás...qué
sabemos de nosotros mismos... Qué...qué sabe nadie de la evolución que nuestro
ser ha tenido en esta vida, en vidas pasadas, en momentos que no controlábamos.
Quiénes somos para juzgar, para obviar la realidad, para dar la espalda a lo
que no nos hace sentir tan bien. ¿Por qué la sociedad huye de lo negativo sin
darse cuenta de que tan sólo está en nuestras manos convertirlo en algo
enormemente positivo? ¿Por qué educamos a seres egoístas y competitivos que no
tienen la capacidad de amar por encima del materialismo y la falsa felicidad?
Me planto ante tanto descaro y
reconozco ante el mundo que lloro; lloro cuando veo que hacen daño a otras
personas, cuando alguien muere, cuando maltratan a nuestro planeta, cuando
cierran los ojos ante la verdad, cuando matan sin motivos, cuando admiran a
quien no sabe amar, cuando destierran a quien no hizo nada malo, cuando se dan
la vuelta ante la pobreza, cuando lapidan a quien supo dejarse llevar por sus
pasiones, cuando insultan a quien no se esconde de sí mismo, cuando,
sencillamente, alguien no quiere entender a los demás.
Pero lo mejor, es que muchas más
veces sonrío. Sonrío porque cuanto menos pienso más fácil me resulta sentir,
cuanto menos deseo más obtengo, cuánto menos me importa el porqué más comprendo
los motivos que a todos nos llevan a hacer las cosas; sonrío porque siendo
feliz, sincera y amable con el mundo, el mundo se da la vuelta para regalarme
lo más importante...el amor de todos los que son capaces de ponerse en lugar de
los demás, en mi lugar, en el lugar de alguien que nada más tiene un motivo
para vivir....que es tan sólo el de ser eternamente feliz.
(Artículo del Periódico Digital "El castillo de San Fernando", Sección Los hilos del Universo)
(Artículo del Periódico Digital "El castillo de San Fernando", Sección Los hilos del Universo)
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