Lo que nos rodea
debería hacer que nos planteásemos hasta qué punto estamos haciendo algo, no
sólo por nuestra vida, sino por la del resto. Miro alrededor y sólo veo
personas deambulando por su propio mundo...de la casa al trabajo, del trabajo a
casa; los hijos, la pareja, ver cada día una serie de televisión y no olvidar
los programas que nos hablan de los problemas de los "famosos", esos
que nos hacen obviar los nuestros...; quedar un día con los amigos para no caer
en una rutina de la que no queremos seguir formando parte, aún pensando que ya
no tenemos escapatoria. Si no somos capaces de ayudarnos a nosotros mismos,
¿cómo ayudar al mundo?
No es tan difícil como
parece, no cuando realmente te sientes feliz con quien eres y con todo lo que
haces. Otra utopía... Eso piensa la mayoría, pero yo no me resigno ante la idea
de mostrar que todo es posible, que cada paso y cada sueño que anhelamos tan
sólo depende de nuestra capacidad para llevarlo a cabo.
Debemos ser conscientes
de que no podemos esperar recibir cuando tampoco estamos dando... Creemos no
tener nada de valor que ofrecer, que aportar, que enseñar; nada que pueda dar
esa ayuda que necesita el que tenemos al lado... ¡Claro que sí! Siempre hay
algo que entregar. A veces, un abrazo puede cambiar la vida de una persona; una
palabra de aliento a tiempo, un gesto de amor, un simple beso... Todo lo que al
mundo le falta no es precisamente dinero, sino amor.
Dejemos que nos muevan
los hilos del Universo y vamos a regalar sonrisas, a recordar lo que nos
enseñaron nuestros padres, a dar los buenos días, a crear una conversación
agradable; vamos a rozar los rostros de los niños que se nos cruzan por el
camino, de esos cuyos padres han olvidado que tienen a su cargo a pequeños
seres humanos y no a "sacos de patatas" que llevar de un lado a otro;
vamos a pensar en el planeta, no como una reivindicación, sino como una
necesidad, y no para él mismo, sino para todos nosotros. Disfrutemos de los
paisajes, de sus colores, del aire puro que ya no recordamos que existe, de los
animales y, por qué no, de las picaduras de los mosquitos, del viento y de la
sensación que nos deja la sal al pegarse en nuestro cuerpo. Sintamos lo que siempre
estuvo, lo que sigue estando; parémonos a pensar en lo que realmente importa,
en lo que da sentido a la vida, en lo que despierta nuestras más sinceras
sonrisas; lo que nos mueve el corazón, lo que hace temblar a nuestras almas y
que sea, precisamente eso, lo que le demos a las personas que tenemos cerca.
A muchos les falta de
todo, pero lo más triste es que a demasiados nos sobra todo lo que ellos
necesitan. Así que...sentémonos a sentir el valor de nuestras vidas y la
capacidad de nuestras manos para ir poniendo nuestro granito de arena allí por
donde pisamos, para ir allanando el camino de los sueños que no siempre están
tan lejos ni son imposibles, para dar sentido a una vida que, de ser vista tan
sólo desde nuestros ojos, no tendría el brillo ni la magia que le dan todas las
miradas que son puestas en ella. Granito a granito conseguiremos llenar de
arena la playa de todos nuestros sueños...
(Artículo del Periódico Digital "El castillo de San Fernando", Sección Los hilos del Universo)
(Artículo del Periódico Digital "El castillo de San Fernando", Sección Los hilos del Universo)
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