Hoy, al poner la fecha, vi, efectivamente, que era
el número trece, para muchos el número de la mala suerte, para mí, el que
estableció un antes y un después en mi vida...
Quizás el hecho que me
marcó hubiese sido para otros la confirmación de la negatividad que transmite
dicha cifra, sin embargo, para mi alma, aquel día, precisamente martes y trece,
a pesar de haber sido el peor, el más difícil, el más triste, inesperado e
injusto de toda mi existencia, fue al mismo tiempo el que me enseñó y me sigue
mostrando cada día la importancia de la vida, el poco control que tenemos sobre
la muerte, lo equivocados que estamos al creer saberlo todo.
No es para mí un
placer, por tanto, recordar lo que ocurrió, sentir el vacío dentro de mi
corazón, sentarme a hablar de ello; sin embargo, sí que lo es poder decir que
sigo aquí, que poseo aún la capacidad de respirar, de pensar, de emocionarme,
desde entonces, con todas las situaciones y momentos de los que me llenan los
días. Ya no hay nada que pueda doler más, por lo que cualquier daño queda en
nada; no hay miedos más grandes, por lo que el valor me permite llegar siempre
a donde me propongo; no hay rincón más oscuro en mi alma, por lo que todo lo
que entra en ella siempre me ilumina; no hay minuto que no disfrute como el
último, ni sol que no vea esconderse como si jamás volviese a salir; el olor
del mar es ahora mucho más intenso, los abrazos no sobran cuando se trata de
entregarlos a los que amo; los besos son los mejores regalos en Navidad, el
contacto con sus manos, la posibilidad de poder mirarles a los ojos...
El fin de mis letras es
haceros llegar la posibilidad de poder sacar lo bueno que hay en lo peor de
vuestras vida, del momento más triste, del dolor que vivirá eternamente, de lo
que jamás podréis cambiar. Al estar junto a mis seres queridos doy las gracias
a la persona que me dio la vida, a la que arriesgó la suya para que hoy pueda
comprender que no hay nada más importante que aquellos a los que queremos, que
nos quieren; doy las gracias al Universo por seguir dándome cientos de motivos
para vivir cada día, millones de sorpresas, momentos inolvidables... Ahora sé
que el dinero es sólo papel, que los bancos son sólo edificios, que la crisis
es la mentira que inventaron los ricos para no compartir ni lo que les sobra
con los pobres; que no sirve de nada tener de todo si no tienes amor, pues lo
material nunca te hará sonreír, nunca te dirá cuánto te quiere, nunca secará
tus lágrimas, ni cogerá tu mano antes de que caigas; pero el amor...el amor es
el milagro que llena de compasión a las personas que no permiten que otras
mueran de hambre, que no dejan que nadie pase frío; el amor está siempre dentro
de nuestros corazones, podamos o no pagarlo. Es lo único que ayuda a superar
cualquier dificultad, el que mantiene en pie a una verdadera familia, el único
que permite que el mundo siga girando, el que puede cambiar todas las mentiras
por sonrisas, haciendo que dejemos de sentirnos víctimas de una vida que tan
sólo trata de hacernos aprender y valorar que no hay nada más importante que
disfrutar de todos y cada uno de los días que el Universo nos regala, pues no
son sus hilos las cuerdas que intentan ahogarnos, sino las que evitan que
caigamos al más oscuro vacío...
Qué suerte la mía que,
sentada debajo de una escalera, acaricio a mi gato negro mientras os dedico mi
artículo número trece...
(Artículo del Periódico Digital "El castillo de San Fernando", Sección Los hilos del Universo)
(Artículo del Periódico Digital "El castillo de San Fernando", Sección Los hilos del Universo)
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